UN HOMENAJE PARA UNA GRANDE
Acaba de
demostrar su arte, sólo como él sólo lo sabe hacer, al pie del ataúd que
contiene los restos de la buena LUCILA CAMPOS. Me acerco y lo interpelo.
-
Guajaja, una pregunta irreverente.
Sin demorarse,
pregunta, con su sonrisa contagiante.
- ¿Cuál será?
Muy confiado,
interrogo.
- ¿A quién no le gustaría tener un velorio así? Se diría que el único que
está quietecito es el Cristo de la resurrección que está sobre el ataúd.
- Ni creas, ah, él también está bailando, ahí. Es que esto era LUCILA.
Respondió
mientras con una tierna mirada, indicaba que rogaba por el alma de LA REINA DEL
FESTEJO. El único camino que, entonces, quedaba era seguir con LUCILA, recordarla
tal como ella vivió, alegre, cantarina, bailarina. Total ella sonriente ya se
había asomado a la inmensidad y miraba y disfrutaba de la inconmensurable paz y
amor que irradia el RENDENTOR.
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