UN RECUERDO MÁS SÍ IMPORTA
Una de las tantas
noches, de bohemia, en aquel maravilloso, 1970, en que tenía licencia para
ingresar a diferentes Teatros de Lima por el solo hecho de conocer la entrada de los artistas que siempre estaban abiertas y sin vigilancia. Es que en ese
tiempo integraba el COPEUSM, Coro y Peña de la Universidad San Marcos que
dirigía la pianista y musicóloga Rosita Alarco Larraburre. Ella merece una
crónica aparte, especial.
Prosigo. Muy apurado,
porque había ingresado raudamente, subí las empinadas escaleras hacia la
Cazuela de lo que era el antiguo Teatro Municipal. Llegué algo agitado. A mí me
pareció que había llegado al Olimpo. En medio de la negritud del ambiente, traté
que mis ojos se acostumbraran pronto a la oscuridad. Sabía que entraba tarde y
ya no quería perderme más nada del espectáculo. Casi a ciegas intenté sentarme
en la butaca más cercana. Es decir al tanteo lo intenté. De pronto una suave, delicada
y deliciosa voz me dijo,
- - Por favor ten cuidado, yo estoy aquí, ven, siéntate
a mi costado.
De reojo miré, la imagen resaltaba entre la oscuridad y la luz del escenario, era el perfil de una naricita respingona y de cerquillo de mi ocasional interlocutora. Entonces ella misma cogiéndome de la mano me guió al asiento libre. Al comienzo me entusiasmé. Mis hormonas se habían alborotado.
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PASTORITA HUARACINA EN EL APOTEOSIS DE SU CARRERA |
- - Si el respetable, quiere una canción, pida nomás.
De pronto se escuchó una voz, me pareció, aguardentosa, bronca, seca, brutal diría, que ordenó más que pidió
- - PASTORA, canta Tu boda.
Los instrumentos musicales delineaban el prefacio de la chuscada, solicitada, entonces su voz se enseñoreo, del Teatro.
En
el borde de una acequia
Donde
crece planta de aliso
Ahí
niño me juraste de quererme toda la vida
Terminaba de pronunciar
la última palabra, cuando PASTORITA HUARACINA, se quebró, de una de las mangas
de su blusa extrajo su pañuelo, se secó las lágrimas, pero no se arredró,
siguió adelante con la canción, como buena serrana que era.
Mientras tanto
encaramado, en una de las columnas que sostenían el techo de la Cazuela, el
sujeto que había pedido la canción secamente bramó
- - Para que te lo sepas, PASTORA, así es el amor,
carajo.
Al mirarlo tuve bronca, casi me levanto del asiento, pero vi que era un cholo alto, fornido, casi el doble mío; yo un enclenque jovenzuelo. Lo miré con desprecio y de pronto el sujeto me pareció que era un gran EKEKO. Busqué a la niña que se sentaba junto a mí. Sentí su impotencia. La miré con compasión. Al volver los ojos al lugar donde se encaramaba el EKEKO, ya no estaba, había desaparecido.
Ese es uno de los recuerdos de MARÍA DICTENIA
ALVARADO TRUJILLO, PASTORITA HUARACINA, que nació Malvas, Huarmey, Ancash, el
19 de diciembre de 1930 y falleció en Lima, el 24 de mayo del 2001. hoy cumpliría 86 años de edad.
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