Es demasiado reconocido que los acuerdos entre los políticos se dan entre bambalinas, el pasillo de los pasos perdidos. Desconocer los conciliábulos es como intentar cubrir el sol con una pestaña. Nada se escapa frente los acuerdos. Un café, un almuerzo o un simple encuentro, luego de las arduas polémicas donde las diferencias parecen irreconciliables, parecen; porque en el fondo no los son, definitivamente. Algunos le llaman “concertación”
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