BREVE BIOGRAFÍA DE ISABEL FLORES DE OLIVA
Nació
SANTA ROSA DE LIMA el 20 de abril de 1586, hija del puertorriqueño, Gaspar
Flores, arcabucero de la guardia del virrey marques de Cañete y de la limeña
María de Oliva. Recibió el bautismo en la parroquia de San Sebastián con el
nombre Isabel flores de oliva.
Desde
que tuvo 3 meses, su madre la llamo rosa por su belleza, y la también la llamaba
una persona de origen indio que estaba encargada de su crianza. Dicha sirvienta
pudo percibir en ella no sólo su belleza exterior, sino la inmensa religiosidad
que la convertiría en la primera santa de América Latina. La familia era pobre
y la madre se encargaba de enseñar a algunas niñas nobles para ayudarse. Fue bautizada
en la parroquia de San Sebastián de Lima, fueron sus padrinos Hernando de
Valdés y María Orozco.
Rosa,
la mamá, tenía instrucción en la música, poesía y canto; tocaba arpa. Y hacia
obras de mano para contribuir al sostén de su casa.
Vivía
en Quives, que era doctrina de frailes mercedarios, la futura santa recibió en
1597 el sacramento de la confirmación de manos del arzobispo de Lima, Santo
Toribio Alfonso de Mogrovejo, quien efectuaba una visita pastoral en la
jurisdicción. Y aunque había sido bautizada como Isabel Flores de Oliva, en la
confirmación recibió el nombre de Rosa
Dícese
que la virgen María y el niño Jesús se le aparecieron en el Templo de Santo
Domingo para afirmarle el gran cariño que le tenían. En la adolescencia, Santa
Rosa se sintió atraída con singular fuerza por el modelo de la dominica Santa
Catalina de Siena (mística toscana del siglo XIV); siguiendo su ejemplo, se
despojó de su atractiva cabellera e hizo voto de castidad perpetua,
contrariando los planes de sus padres, cuya idea era casarla. Es así que en
1609 tomo el hábito negro y blanco de terciaria dominicana. Ahí conoció al
futuro San Martín de Porres.
Optó
por ser terciaria dominica. Ellas eran unas mujeres que se vestían con túnica
blanca y manto negro y llevaban vida como de religiosas, pero vivían en sus
propias casas Aunque obligada a ciertas prácticas devotas, no lo estaba a
reclusión monástica. En 1615, con la ayuda de su hermano favorito, Hernando
Flores de Herrera, construyó una pequeña celda o ermita en el jardín de la casa
de sus padres. Allí, en un espacio de poco más de dos metros cuadrados -que
todavía hoy es posible apreciar-, Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a
orar y a hacer penitencia, practicando un severísimo ascetismo, con corona de
espinas bajo el velo, cabellos clavados a la pared para no quedarse dormida,
hiel como bebida, ayunos rigurosos y disciplinas constantes. Así se dedicó a la
oración y a la penitencia el resto de su vida.
El
padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio sumida
en circunstancias económicas muy adversas. Rosa trabajaba el día entero en el
huerto, cosía una parte de la noche y de esa forma ayudaba al sostenimiento de
la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese deseado
cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó
contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución
de vivir consagrada al Señor.
Se
refiere que en su retiro los enjambres de mosquitos volaban zumbando alrededor
de ella en el atardecer; que los árboles inclinaban sus copas a la hora de la
oración matutina, y que un ruiseñor acostumbraba cantar con ella en alabanza al
señor. Refiriéndose también maravillosas curaciones y otros milagros realizados
por su intercesión.
La
tradición cuenta que, en la iglesia de Santo Domingo, vio a Jesús, y éste le
pidió que fuera su esposa. El 26 de marzo de 1617 se celebró en la iglesia de
Santo Domingo de Lima su místico desposorio con Cristo, siendo Fray Alonso
Velásquez -uno de sus confesores-, quien puso en sus dedos el anillo simbólico
en señal de unión, perpetua.
Rosa
pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, desde
1614 a 1617. Don Gonzalo era un empleado rico del gobierno y su esposa, María
de Uzategui, tenía un gran aprecio por Rosa. Durante la penosa y larga
enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor,
auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor". La
futura santa vivió algo más de 31 años; su muerte acaeció el 23 de agosto de
1617. Tuvo un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra
llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un
arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo
hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos
de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que posponerlo
porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de
fieles pasaban con devota veneración frente a él. Su cuerpo, acompañado por una
inmensa multitud de pueblo fue trasladado a la iglesia de Santo Domingo, donde
hasta ahora veneran sus restos.
Se
le atribuyeron asimismo varios dones, como el de la profecía (según la
tradición, profetizó su muerte un año antes); la leyenda sostiene que incluso
salvó a la capital peruana de una incursión de los piratas.
Tras
cinco décadas de procedimiento, el papa Clemente IX la beatificó en 1668, y un
año después la declaró patrona de Lima y de Perú. El 12 de abril de 1671, fue
canonizada por Clemente X. Ese mismo año, se declaró a Santa Rosa de Lima como
Patrona del continente Americano, de las Filipinas y Las Indias Occidentales.
El 10 de Septiembre de 1958, la Santa Sede Apostólica la declaró Patrona de las
enfermeras Peruanas.
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