EL
SEÑOR DE LOS MILAGROS - LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA NUBE
Jose Angel Angulo
29 de mayo de 2010
La
Virgen de la Nube está fuertemente asociada al Señor de los Milagros, la
devoción popular peruana que más fieles congrega y que da lugar a la procesión
religiosa más multitudinaria en todo el mundo: el culto al “Señor de los
Milagros”.
La
historia, tal como ha sido recogida en las crónicas, cuenta que, hacia el año
de 1650 existía una cofradía de negros de raza Angola, en el barrio de
Pachamamilla, por entonces en las afueras de Lima. Allí, en un mísero galpón,
celebraban sus reuniones, las cuales iban, frecuentemente, acompañadas de
ruidosos festejos.
En
tal lugar, la cofradía mandó hacer en una de las paredes una imagen de Cristo
crucificado. La imagen no estaba acompañada todavía por las figuras de la
Virgen y de María Magdalena. Pintada sobre un muro de adobe, mal revocado y
enyesado, la imagen, de escasa calidad artística, ya estaba terminada en 1651.
En
ese lugar, prácticamente a la intemperie, era venerada por los miembros de la
cofradía y por las pocas personas que por allí pasaban. No había, ciertamente,
mucho futuro para la imagen.
El
13 de noviembre de 1655 sucedió un hecho prodigioso. Un terremoto, que causó
estragos en Lima y el Callao, dejó, sin embargo, intacto el muro, aunque el
resto del galpón sí sufrió las consecuencias. Durante los años siguientes nadie
se preocuparía de la imagen, que quedaría expuesta al sereno, sin que nadie se
preocupase por reedificar el lugar que la albergaba.
Hacia
1670 un hombre piadoso, Antonio de León, tomó a su cargo la imagen y restauró
el cobertizo, haciendo que la devoción hacia ella fuese creciendo. El mismo
León fue curado de un tumor maligno en virtud de las oraciones hechas al Cristo
de Pachamamilla. Este hecho prodigioso tuvo el efecto de suscitar la atención
de la gente.
Se
comenzaron a realizar reuniones delante de la imagen. No todas las reuniones
eran realizadas con la honestidad debida, puesto que a veces iban acompañadas
de bailes sensuales y del consumo de bebidas alcohólicas. De este modo, el
Conde de Lemos, virrey del Perú, a instancias de la autoridad eclesiástica,
decidió eliminar la imagen con el fin de suprimir los excesos, y resolvió
también que se destruyese el altar provisorio que se había colocado delante de
ella.
La
orden nunca llegó a ejecutarse. El pintor, señalado para la tarea de borrar el
muro, sufrió un desmayo; por lo cual, el Promotor Fiscal nombró a otro oficial
para realizar la tarea. El reemplazante fue acometido por un temblor inusitado.
El Promotor Fiscal no tuvo más remedio que ofrecer una buena paga a un tercero,
quien, luego de intentarlo por primera vez, dijo que no podía hacer lo que se
le pedía, pues a la imagen del Cristo se le avivaban los colores cuando
intentaba efectuar el borrado. No hubo más remedio que dejar la imagen intacta.
El
Conde de Lemos visitó el lugar de los acontecimientos maravillosos, y, el 14 de
septiembre, fiesta de la “Exaltación de la Cruz”, se celebró allí la primera
Misa ante la imagen. De esta manera quedaba asegurado y confirmado el culto y,
más aún, con el nombramiento de un mayordomo de la capilla, realizado por la
autoridad eclesiástica. No hubo posterior controversia sobre la legitimidad del
culto a la imagen.
Posteriormente,
Sebastián de Antuñano, español, adquirió los terrenos donde se hallaba la
imagen e inició los trabajos de construcción de una capilla digna. Él mismo
vivía de forma piadosa en el lugar.
Durante
el terremoto del 20 de octubre de 1687, el peor de los que sufrió Lima en el
siglo XVII, la capilla no sufrió ningún daño de consideración. Por motivo del
sismo, Antuñano hizo que se sacara una copia de la imagen en procesión. Fue
ésta la primera vez que el “Señor de los Milagros” salió a recorrer las calles
de Lima, el 20 de octubre de ese año.
Por
esta época, una piadosa mujer originaria de Guayaquil (en el actual Ecuador),
Antonia Maldonado, se interesó en instaurar un beaterio, para llevar, junto con
otras mujeres, vida devota en seguimiento de Jesús Crucificado. Adoptaron la
regla de la orden carmelita reformada de Santa Teresa de Jesús.
Antuñano
les ofreció sitio en su terreno, para que allí construyesen el claustro
monacal, al lado de la “Capilla del Cristo de los Milagros”. Este es el origen
del actual Santuario y Monasterio de las Nazarenas Carmelitas Descalzas.
A
comienzos del siglo XVIII, la devoción al “Señor de los Milagros” se había
extendido por todo el Virreinato, y la gente en la ciudad lo invocaba como
protector contra los temblores de tierra. El terremoto del 28 de octubre de
1746 dejó destrozados varios sectores de la ciudad de Lima. El Callao quedó en
ruinas, debido al maremoto consiguiente. Lo que sucedió en el Callao fue
apocalíptico. Como consecuencia del sismo, el mar se retiró unas dos millas
formando una gigantesca ola que se precipitó con furia sobre el Puerto,
arrasándolo todo a su paso y llegando hasta La Legua. De una población que se
calculaba entre siete u ocho mil habitantes, sólo sobrevivieron unas 200
personas.
LOS
CORAZONES ASÍ SACUDIDOS SE VUELVEN A MARÍA...
Apaciguada
la tormenta, retornada la calma y reconfortadas las almas, el 20 de octubre de
1747, el Cristo Morado salió en procesión muy de mañana, visitando calles,
ramadas, iglesias y monasterios, en un recorrido excepcional que se prolongó
por espacio de cinco días.
En
esta ocasión se constató una novedad. La imagen del Señor ya no estaba sola…
sino que, al reverso, presentaba la imagen de “Nuestra Señora de la Nube”,
venerada en Guayaquil. A partir de entonces la procesión continuaría saliendo
anualmente, pero su duración se redujo a tres días del mes de octubre.
El
templo de las Nazarenas fue inaugurado en 1771 durante el gobierno del virrey
Amat. Por esta época también se instituyó una cofradía o hermandad, con el fin
de reunir devotos para acompañar la imagen en su recorrido por las calles de
Lima y celebrar la fiesta el 20 de octubre.
Sobre
esta devoción ha escrito el Padre Rubén Vargas Ugarte, SJ.: “Ninguna devoción
más popular ni más compenetrada con nuestros usos y costumbres; ninguna, tampoco,
más ligada con la historia de la urbe en sus trances más dolorosos. Por eso ha
sobrevivido y no le han quitado su tono característico los adelantos de la vida
moderna y las transformaciones que van despojando a la ciudad de su aspecto
colonial, de ese aire de pacífica quietud que todavía en ella se respiraba a
comienzos del siglo y de la hogareña alegría que se ocultaba detrás de sus
balcones moriscos o en las anchas salas y cuadras de sus casonas. Viene el mes
innumerables devotos, esta floración violeta que coincide con nuestra
primavera, nos recuerda a la Lima de otros tiempos, nunca mejor sentimos lo que
en ella hay de más peculiar y castizo y nos persuadimos que no se han borrado
del todo los rasgos de su fisonomía como ciudad”.
CRONOLOGÍA
DE LA ADVOCACIÓN MARIANA
Con
relación a cómo llega a conocimiento de las Madres Nazarenas el suceso del
Milagro, tenemos que para el 30 de diciembre de 1696, año de la aparición en
Lima, el Beaterio está a cargo de la Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo
(ecuatoriana) quien fallece en 1709. Precisamos, pues, que entre la Aparición
de la Virgen y la muerte de la Madre Lucía transcurren 3 años.
Hay
quienes manifiestan que este tiempo fue corto para que la noticia llegara a
Lima y la Madre iniciara el culto, mientras que el Padre R. Vargas Ugarte en su
libro "Historia del Sto. Cristo de los Milagros" hace mención que, al
año siguiente del Milagro, se tenía conocimiento en Lima del hecho, dejando
abierta la posibilidad que la Madre Lucía ya conocía el hecho. Sucede, a la
Madre Lucía, la Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, quien sale del
Convento del Carmen de Santa Ana el 18 de marzo de 1730 y está a cargo del
Monasterio hasta el 26 de julio de 1750.
Entre
1709 y 1730 transcurren 21 años y de esta fecha a 1747, año en que aparece la
Virgen en procesión, transcurren 17 años. Suponemos que en el transcurso de
estos años, por algún motivo conocido ecuatoriano, o documento escrito de la
época, se toma conocimiento del Milagro y, como se menciona en algunas líneas,
pudo haberse escogido esta imagen en conmemoración a la Madre Lucía.
También
se piensa que, a la Fundación del Monasterio de Nazarenas Carmelitas Descalzas,
ocurrido el 18 de Marzo de 1730, teniendo en cuenta que algunas religiosas
ecuatorianas habían profesado en el Monasterio y, como las noticias de esta
milagrosa aparición se publicaron y difundieron en Lima; estas religiosas
lograron que la primera Priora, Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad,
de acuerdo con su Consejo Directivo y el resto de la comunidad, decidieron
rendir un merecido y grato homenaje a la memoria y cuna ecuatoriana de la
fundadora del Instituto Nazareno, Madre Antonia Lucia del Espíritu Santo,
incorporando el lienzo con la imagen de la “Virgen de la Nube”, a las andas del
“Señor de los Milagros de Nazarenas”.
La
Imagen del “Señor de los Milagros de Nazarenas”, cada año en el décimo mes, es
acompañada por la “Dama de Quito”, la “Virgen de la Nube”. Sin lugar a dudas,
Ella se destaca en belleza y elegancia; María se presenta como una Reina, su
cabeza va coronada, su rostro refleja serenidad y belleza, su precioso Hijo en
el brazo izquierdo dando la bendición le da una actitud solemne; en la diestra
porta el cetro y la Azucena que representa su pureza, el olivo que simboliza su
fruto, símbolo de su vinculación con Israel.
Lo
agitado de su fina mantilla y la capa que la cubre y recoge en su brazo, le da
la sensación de movimiento que reproduce de manera precisa el momento del
suceso.
A
sus pies, se encuentra en posición orante el Obispo favorecido, de su mano, D.
Sancho de Andrade y Figueroa; sobre el terreno se observa una pequeña iglesia,
que algunos identifican como la Iglesia de Guálupo o el Monasterio de las
Nazarenas.
No
posee pocas alhajas esta Imagen, la cual se engalana para sus salidas
procesionales. Es aderezada con una corona de oro, excelentemente diseñada con
piedras preciosas, collar en el cuello y brazaletes, el Cetro, azucenas y olivo
todo en oro, respetando el dibujo del lienzo.
Su
cabeza está rodeada de 12 estrellas, igualmente en oro, y le sirve de pedestal,
la luna, es decir, el triunfo de María sobre el Islam. Su Hijo también va
engalanado, luce una diadema en oro. La Imagen es una obra de Autor anónimo,
del siglo XVIII; pintada al óleo sobre lienzo y sus medidas son: Alto de 1.99mt
x 1.37mt de ancho.
SOBRE
LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA NUBE
(la
que se encuentra al reverso del Señor de los Milagros)
Esta
imagen, colocada en el reverso del “Señor de los Milagros de Nazarenas”, recién
aparece mencionada, en la relación de sucesos del 20 de octubre de 1747, por el
cronista Don Eusebio de Llano Zapata.
La
tela donde está pintada la efigie del “Señor de los Milagros de Nazarenas” es
mucho más antigua que la de “Nuestra Señora de la Nube”; además, la advocación
de esta figura de la Virgen, de origen ecuatoriano, data del domingo 30 de
diciembre de 1696. Lo que se ignora, por falta de documentación al respecto, es
el nombre de los artistas encargados de pintar ambas telas.
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