PARA ABOGADOS Y ESTUDIANTES DE DERECHO MÁS ALLÁ DEL "CODIGUERISMO"
José María Balcazar Zelada
Por lo que vemos ahora, el Derecho penal deja de ser usado como "última ratio" y se transforma en un instrumento estatal para imponer el “miedo” de la transgresión en la sociedad. El Estado con toda la violencia que le es inherente, abusa del monopolio de la violencia física legítima, como forma de aliviar los clamores sociales generados por la fuerte sensación de "inseguridad".
En este aspecto, se percibe que el ejercicio de la violencia estatal no es apenas privilegio de las agencias de control, sino que tienen su origen en la propia legislación a través de la institucionalización de una especie de "terror legislativo". La idea de que el criminal sienta algún temor proveniente del texto legal (sea éste en la forma de tipo o de quantum de la pena) produce un contexto social de neocriminalización en el que se asientan dos neocriminalizantes fenómenos expansivos: el llamado “derecho penal simbólico” y el “resurgir del punitivismo”.
Las "leyes penales simbólicas", son aquellas que no buscan la protección de un bien jurídico. O como lo dice Claus Roxín: “Entiendo como tipos penales simbólicos, aquellas leyes que no son necesarias para asegurar una vida en comunidad, y que al contrario, persiguen fines que están fuera del derecho penal como el apaciguamiento del elector o una presentación favorecedora del Estado” Roxin: Porto Alegre, Brasil, 2006.
Repensar en la reestructuración de políticas de seguridad pública y justicia criminal, debe necesariamente pasar por una reactualización de las “fórmulas” de contención de la violencia. Esa nuestra moderna tendencia a pensar en la “imposición de la ley” como sinónimo del “control del delito” revela hasta qué punto nos hemos acostumbrado a pensar en el Estado como el mecanismo fundamental para enfrentar el delito. El análisis del avance tecnológico ofrece un nuevo enfoque que podrá contribuir para la desmitificación de esta premisa y la consecuente ruptura con este paradigma.
Tomo las palabras del gran Boaventura de Sousa Santos, cuando dice: “Tal como Descartes (…) ejerció la duda en vez de sufrirla, nosotros (…) debemos ejercer la inseguridad en vez de sufrirla” (“Un discurso sobre las ciencias”: Sao Paulo, Brasil, 2006). El aumento de la criminalidad y la política criminal del conjunto de medidas de emergencia, sumados a una serie de otros factores, propician la generalización de un "populismo punitivo" que resucita el carácter aflictivo de la pena, identificándola únicamente con la cárcel y despreciando cualquier otra modalidad punitiva que pueda ser implantada en el sistema penal.
Con el avance de la tecnociencia y la tecnologización del derecho penal, la penalización debe ser estudiada bajo un nuevo prisma. El advenimiento del monitoreo electrónico de infractores permite el re-examen de la materia, a través del cual, podrán alcanzarse nuevas respuestas para antiguas preguntas.
Frente al gran salto científico y el avance tecnológico, el mundo se ha transformado radicalmente: la vida ya no es más como antes y el binomio “tiempo/velocidad” ganó una importancia incalculable. Paul Virilio (“Velocidad y política. Estado y libertad”. Sao Paulo, 1997) llama la atención respecto al hecho de que “no existe más “revolución industrial”, y sí, “revolución democrática”, no hay más democracia y sí dromocracia, no hay más estrategia y sí “dromología” el dromo griego, es empleado por Virilio como neologismo que evoca la idea de “carrera, curso, marcha”.
Texto y foto tomados de la red
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