EL JUEGO DE LAS BOLAS, DE NUESTROS TIEMPOS
PERCY ANTONIO COLLAO ALVA
Este era un tipo de juego muy característico, entre los niños, hasta los años setenta. Más adelante he visto a muy pocos chicos de 8 a 14 años jugando a las bolitas. Este era un juego que se jugaba o con una rodilla en el suelo o en todo caso si la jugada lo ameritaba, caballero nomas te tenías que arrodillar con las dos rodillas. Así que con este juego las partes que más sufrían de nuestros pantalones eran las rodillas. Eso si teníamos una ventaja como quiera que nuestro uniforme era color caqui, nos sacudíamos bien las rodillas y no se notaba, para nada, la suciedad. Pero lo que nosotros no nos dábamos cuenta es que la rodillas de nuestros pantalones se gastaban; y era porque no éramos nada delicados para arrodillarnos, entonces se iban gastando y en cada lavada que nuestras madres le daban, los días sábados a nuestros uniformes, siempre quedaba más finita la rodilla. Hasta que se hacía un hueco. Algunos compañeros iban con los pantalones parchados en las rodillas y otros como el que escribe recibía el castigo que nos cortaban los pantalones. Y de pronto ya no éramos «nuestra edad». Ojo los mocosos nomas utilizaban pantalones cortos. En cuarto o quinto de primaria era un desprestigio, era vergonzoso, usar pantalones cortos. Qué vergüenza. Bueno, pero eran gajes de oficio. Otros casos les hacían zurcidos invisibles, que parecían parches, en verdad.
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La famosas bolitas, las lecherongas eran las dos de la izquierda la primer y segunda |
Algunos que no tenían bola, en sus casa practicaban con boliches. Si se jugaba -en casa, nunca en la calle, era un desprestigio-, con los deformados boliches que resultaban de utilizar el boliche para lavar ropa, cuando no se utilizaba mucho jabón, porque era caro o en todo caso escaso. Lo que si esas «bolitas», que eran de forma irregular, no tenían el peso adecuado, eran inestables, por a decirlo de alguna manera. Además que eran deformes.
Ahora entre las bolas había una mayoría que eran simples, otras a las que llamábamos «lecherongas», eran más bonitas, vistosas, coloridas, únicas y costaban más que las otras simples. Verdaderamente era un lujo tener ese tipo de bolas.
En la primera fotografía de la izquierda se puede apreciar una bolas blanca y otra transparente que eran diferentes de las comunes; se nota a la vista. Esas eran las lecherongas.
Tiempo después los argentinos, vinieron, a llamar a nuestras bolas: «canicas» y algunos de nuestros chicos, utilizaron la jerga, el término, de los gauchos y otros, la mayoría seguíamos llamándolas bolas.
Entre los juegos teníamos varios tipos de juegos- Uno era jugar a los «ñocos» o a los «coños», «coñitos». Se cavaban tres hoyos a cierta distancia y quien no fallaba en embocar en el siguiente hoyo seguía el juego hasta hacer una ida y una vuelta, entonces ganaba. A, cuando no llegaba al hueco estirabas los dedos buscando que coincidiera con la «ñauca», algunas veces se ganaba otras se perdía. Pero ganaba quien tenía los dedos más largos, inclusive nos ayudábamos con el anular de la otra mano. Aunque siempre se hacía trampa, utilizando la mano contraria para llegar a la medida y así salvar el juego. El ganador ganaba las cantidades de bolas que se apostaban
Otro que juego de bolas: era el juego libre a la que llamábamos «la tinka» y es que consistía en atinar, «tinkar», con nuestra bola la bola de nuestro rival de la ocasión de juego. desde la posición en que nos encontrábamos. Algunos amigos eran expertos, y le atinaban a la bola de su contrincante sin arrodillarse. Tenían buena puntería o era suerte la cosa es que ganaba si atinaba la bola de su rival. Acá también se resolvían las controversias con la famosa «ñauca». Acá también habían apuesta de bolas.
Hubo un tiempo en que se apostaba los negativos de la películas en blanco y negro. Posteriormente cuando aparecieron las películas de colores ya se apostaban esas películas. Las películas de colores costaban más.
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PELÍCULA BLANCO Y NEGRO |
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PELÍCULA A COLORES |
También se apostaban las figuritas, cromos, de determinados álbumes. Hay que, anotar, que la Editorial «Navarrete» todavía estaba en pañales. La editorial «Huascarán» fueron los pioneros en estos casos. Los más avezados o que poseían dinero apostaban las bolas lecherongas o platita, que era la propina, a veces hasta el pasaje se apostaba; si perdías te iba a pie, caminando, hasta tu casa o en «doch patitas». Qué hermosos tiempos que no volverán, nunca más.
PERCY ANTONIO COLLAO ALVA
La imágenes son de internet.
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