RODRIGUEZ RODRIGUEZ = BUEN TRABAJO, EXCELENTE INVERSIÓN

TODO SE LOGRA CON BUEN TRABAJO Y BUENA INVERSIÓN, EN EL PERÚ
JOSÉ EDUARDO MURILLO ANDRADE

Jorge y Vito
Rodríguez Rodríguez
La leche GLORIA, tuvo un inicio muy difícil, pero prometedor, inclusive compraba la totalidad, de la producción, de leche de Arequipa, allá en 1942, acopiaron 3.000 kilos de leche fresca en la campiña arequipeña. Todo producido por 320 productores agropecuarios que reunieron 2,25 millones de kilos de leche durante ese año. En 1986, los hermanos, Jorge y Vito Rodríguez Rodríguez, encontraron una nueva forma de comercializar su producto.
Y es que Nestlé, firma suiza que hoy es la compañía agro-alimentaria más grande del mundo, con más de 200 mil trabajadores, compró por US$3 mil millones (de esa época) la estadounidense Carnation Company, estrella en materia de lácteos y derivados en ese entonces. La operación incluía todas sus filiales internacionales, entre las que figuraba Gloria S.A. Esa venta, que se preparó con dos años de anticipación, fue considerada la mayor transacción de una empresa no petrolera en el mundo, y tuvo gran repercusión local pues otorgó a Nestlé el monopolio del rubro lácteo en el Perú manejando las dos principales marcas del mercado, Gloria e Ideal. Estamos hablando del gobierno del presidente suicida.
Recién en el 2005, Gloria retomó su internacionalización con la constitución de Compañía Regional de Lácteos Argentina, en sociedad en partes iguales con la familia Gonella, de ese país. Construyeron una planta de leche en polvo que empezó a operar en el 2006, y en el 2010 Gloria se hizo del 100% de la propiedad al comprar la participación de la familia Gonella por US$19 millones. El mundo de adquisiciones, integraciones y conquistas del mercado lácteo en diferentes países había sido retomado.
Donde más empeño han puesto ha sido en la industria azucarera, a la que ingresaron en enero del 2006 cuando adquirieron el 45% de las acciones de Casa Grande, la mayor azucarera del país, con alrededor de 21 mil hectáreas de tie- rras cultivadas. Ese mismo año entraron a Chiquitoy y a sus 4 mil hectáreas también ubicadas en el valle de Chicama, en La Libertad. Aunque les advirtieron que se trataba de una operación arriesgada debido a los constantes conflictos sociales al interior de las azucareras, los hermanos decidieron seguir adelante. Curiosamente, ingresaron a este nuevo negocio en un contexto en el que la Presidencia de la República era ocupada, por segunda vez, por Alan García. En este caso, la estrategia fue la compra de tierras, la integración de la producción de terceros y la mejora de la productividad de sus cultivos.
En el 2007, compraron nuevas azucareras: sus vecinas Cartavio, con 6.900 hectáreas cultivadas, y Sintuco, con 1.400 adicionales. Al año siguiente, anexaron San Juan y, en el 2009, San Jacinto y sus 6 mil hectáreas. Esta última empresa les permitió acceder a una nueva zona de influencia: los valles del norte de Áncash. Sin embargo, los Rodríguez Rodríguez debieron enfrentarse a las iniciativas que buscaban limitar la propiedad de tierras en el país. Por ejemplo, tuvieron que aceptar las presiones del entonces congresista del APRA, Jorge del Castillo, y comprometerse a no ingresar a Tumán ni a Pomalca, tierras chiclayanas administradas por la familia Oviedo. Para evitar problemas, decidieron mirar hacia afuera.
Un año después, adquiere Cemento Sur por US$33,3 millones y, finalmente, en 1996, compra la planta de nitratos Industrias Cachimayo por US$6,2 millones.
En este rubro también destaca la subsidiaria Cementos Sur ubicada en Puno, en la que los Rodríguez Rodríguez han desembolsado, desde su adquisición hasta el 2011, alrededor de US$50 millones, con el objetivo de cumplir con el contrato de compraventa que hicieron con el Estado y concretar su estrategia de optimización de las operaciones de esta empresa. En este sector, Jorge y Vito han hecho fuertes inversiones tanto en infraestructura como en ampliaciones para mejorar las condiciones de las empresas que adquirieron. Y esto tiene una lógica: la demanda de cemento en el sur del país ha consumido toda la capacidad de sus dos plantas, a tal punto que incluso han tenido que adquirir cemento a Cemex, empresa de origen mexicano que hoy está enfrentada con Cementos Lima por un espacio en la capital, para atender los pedidos de las mineras y los gobiernos locales del sur.
Por este motivo, en 1991 compraron Centro Papelero, compañía dedicada a fabricar bobinas de papel y cartones. Un año después, decidieron instalar en esta planta una corrugadora y equipos de imprenta para producir envases de este tipo de cartón en una cantidad suficiente y que pueda cubrir, además de la externa, la demanda interna.
En 1999, el Estado puso a la venta un paquete de 30% de las acciones de cuatro firmas de distribución eléctrica: Hidrandina, Electronorte, Electronoroeste y Electrocentro, con el objetivo de venderlas independientemente y obtener mejores ingresos. Asesorados por el banco de inversión Fleming, el grupo supo que solo era negocio si lograba ganar operaciones que le permitieran contar de manera agregada con al menos un millón de clientes. Por tanto, solo era negocio ir al concurso de las cuatro distribuidoras del norte si lograban ganar en los cuatro procesos, pues entre todas sumaban apenas 800 mil usuarios. Los Rodríguez Rodríguez sostienen: “Nos engañaron. Fuimos a preguntar cuántos postores éramos y nos dijeron que había cuatro o cinco por empresa, por lo que preparamos dos sobres: uno súperagresivo y otro con el precio base, en caso que no hubiera postores”, explica Jorge.
Al llegar, encontraron que había al menos dos sobres por concurso, por lo que recurrieron a su oferta de mayor cantidad. Sin embargo, cuando todas las cartas se abrieron, muchas de ellas expresaban que otras empresas no participarían en el proceso.
Los hermanos aseguran que ese fue el primer problema, pero que no importaba, pues se trataba de un negocio rentable de todos modos. Sin embargo, el verdadero obstáculo fue la falta de libertad para manejar el negocio. “El Estado se guardó una acción dorada y tenía que aprobar todo en el directorio”, recuerda Devoto, director de asuntos corporativos y legales del grupo. Con esta traba, los hermanos arequipeños no solo no pudieron sacar adelante a Distriluz, el holding que crearon para operar estas empresas, sino que tampoco lograron ejecutar proyectos para los cuales contaban con el crédito necesario.
Si bien la relación con Alan García la han negado siempre, la que tenían con Alberto Fujimori sí la han aceptado. “La relación fue transparente. Keiko Fujimori, a quien no he visto hace años, estudiaba en Boston University y mi hija estudiaba en Boston University el mismo año. (...) Los Higuchi son conocidos nuestros desde la universidad. La china, Susana Higuchi, estudiaba en el cuarto año, ingeniería civil, mis hermanos estaban en segundo año en la UNI y yo también estaba allí”, responde Jorge Rodríguez Rodríguez sobre este tema. Además, especifica que el papá de Susana les reencauchaba las llantas cuando tenían su negocio de transporte porque en Arequipa este servicio era muy malo.
Fue con el gobierno de Fujimori que estuvieron en el ojo de la tormenta. El motivo fue el financiamiento de los estudios de los hijos del ex-mandatario. Vito avaló a unos amigos suyos para que pudieran adquirir la casa de Fujimori, dinero con el cual este señaló que solventó los gastos de sus hijos. Y aunque hubo sospechas de esta operación, no se comprobó nada.
Frente a diversos problemas de venta, de comentarios comprometedores e, incluso, de críticas, lo cierto es que los Rodríguez Rodríguez han salido airosos de todo tipo de obstáculos, o como a ellos les gusta llamarlos, “invenciones”. Su interés es y siempre ha sido consolidarse en diferentes mercados tanto dentro como fuera del país. Y así lo han logrado, concluyó.

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