LUNES LITERARIOS - LOS LUNES CON LUCHO

Es gratificante, al espíritu, leer al, buen, Luis Manuel; su dominio del verso y la prosa, lo convierten en un icono de nuestra literatura. De leerlo alguno editores, con seguridad se disputarían publicar una recopilación de sus trabajos. Gracias por permitirme publicar tus trabajos. Excelente amigo.
LOS LUNES CON LUCHO
AYER TUVE UN SUEÑO

LUIS MANUEL LÒPEZ FARFÀN
En los sueños alcanzamos las vidas que nos faltan vivir. Es nuestro vivero, la madre nutricia en la que los escritores buscan los argumentos más inverosímiles para la fabulación. Orhan Pamuk, autor de "Goodbye, Columbus" (búsquenlo) afirma que las novelas son segundas vidas, como los sueños.
Borges, en sus abluciones matutinas, trataba de recordar lo soñado para convertirlos en inmejorables poemas o en crípticos cuentos, nunca en novelas.
En su respuesta a la ficción de Mario Vargas Llosa, "La tía Julia y el escribidor", Julia Urquidi, su primera esposa, le devuelve como un bumerang su revelador y esclarecedor "Lo que Varguitas no dijo". En una de sus páginas leemos un texto ológrafo e inédito de Mario, titulado "Un sueño" que ella muy sibilinamente guardó y luego publicó: constituyó la piedra de toque para su separación.
Freud y Jung y Adler en sendos libros se esfuerzan por enterarnos y explicarnos la inasible gesta de los sueños.
Amo los ensueños y cada noche voy tras de una epifanía; permítanme tomar prestado el título de los ensayos de Plutarco, "Vidas paralelas", que encaja perfectamente con mi sentir: trato de Interactuar ¡iluso! con los sueños.
Y, el más ilustre soñador, Calderón de la Barca, hizo vociferar al encadenado Segismundo: "...que toda la vida es sueño, y los sueños sueños son".
El poeta romántico inglés, Coleridge, afirma en su prefacio del poema "Kubla Kahan", de trescientos versos, haberla concebido en sus sueños. Es considerada una obra maestra. Muy pocas veces he leído algo tan hermoso como esto: ¿Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y al despertar encontrara esa flor en su mano..., entonces qué?
Nos aclaran los investigadores científicos que soñamos en las noches de cinco a veinte minutos. Si sumamos en promedio lo que dura nuestra vida, ¡nos hemos pasado seis años soñando!
Algo borroso y lastimero fue mi último sueño. No sé porqué mis ojos amanecieron lagrimosos. Me sobrepuse y se los cuento con mi mejor envoltura.

UNA ROSA PARA ELLA
Estoy corriendo para llegar a un lejano puerto. El tiempo me angustia. Al llegar acezante, lívido, desgarrado, observo que está desplazándose lentamente un pequeño barco haciendo reverberar las aguas que acrecientan sus espumas al deslizarse.
Una multitud bulliciosa despide a una única pasajera que prendida del mástil brilla como aurora luciente. La belleza está acumulada en ella. Los despidientes enarbolan pañuelos blancos que vistos con mis ojos de ensueño, los confundo con palomas en aireado vuelo.
La viajera se encuentra inquieta, insosegada, observando al gentío. Sus labios apenas entreabiertos, dan la sensación de diminutos coralitos de mar.
Está lujosamente ataviada con exquisita seda china. Un chal celeste con brocados primorosos aletea con el viento; está besando constante y levemente una de sus mejillas.
Busca en la oleada de personas, un rostro. Pasea su mirada con gestos ensoñadores. No me ubica. Estoy apretujado con la muchedumbre que continúa ondeando sus albos pañuelos.
En gesto intuitivo introduzco mi mano en la chaqueta y saco una flor. Es una rosa de un rojo fulgurante, torrente testigo de nuestro amor, y la agito con desesperación.
Sus ojos, topacios de brillo espiritual, por un instante, detectan ese punto rojo en el mar humano que sigue bullendo y fijan su mirada en mí.
Una sensación de abandonada tristeza refleja su rostro que se va tornando más difuso en tanto el alejamiento de la embarcación sucumbe a la visibilidad.
Ya se diluyó por el horizonte de esa tarde purpurina. Los caleidoscópicos destellos del sol todavía hacen resplandecer su figura, que al fin se esfuma.
Vuelvo mi rostro hacia la multitud y no hay nadie. Estoy solo. Irremediablemente solo. Observo amoroso mi flor, aún húmedos sus pétalos pese a no haber rocío ni humedad y la guardo. Ella llorará conmigo, hasta su regreso.

Comentarios