A partir de mañana, jueves, se iniciarán unas suscesivas crónicas de los dos grandes planteles estatales, que llevo en mi corazón el CN de Varones «JOSE OLAYA» del distrito de La Perla, de la Provincia Constitucional del Callao, cuando no tenía fronteras. Y de la Gloriosa GUE «BARTOLOME HERRERA» del distrito de San Miguel, Lima.
CRÓNICAS DE LA GENERACIÓN 70
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No hay en el pueblo chalaco un solo muchacho... Eras rosado, si o si. No había otra. |
PERCY ANTONIO COLLAO ALVA
Entre 1966 y 1968 que estudié en el CN «José Olaya, cuando no tenía fronteras, tuve contacto, conocí y me hice amigo de algunos escolares que en ese tiempo vestiamos uniforme comando. También había de diferentes calidades como por ejemplo «Texoro», que eran de unos precios regularones hasta los más caros. Estaba compuesto por un pantalón, una camisa, una corbata y una criccristina color «caqui» de decían unos, otros lo llamaban «comando».
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UNA FOTO PARA EL RECUERDO |
Los escolares de la primaria llevaban un círculo azul en su cristina y los galones, llevaban cintillos también de color azul.
Ya cuando estudiabas la secundaria llevabas un círculo o «bolita» colo rojos. De igual menra los galones que indicaban el grado de estudio eran unos cintillos de color rojo.
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ABRAZANDO AL COMPADRE COMO EN LOS VIEJOS TIEMPOS |
Algunos padres de familia que podían costear el precio, le compraban a sus hijos zapatos «Diamente», que calzan al pie como un guante, decía la propaganda de ese tiempo.
Mayormente, los escolares utilizaban zapatos marca «Bata», de precio más cómodo.
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AL CENTRO EL FAMOSO GUILLIGAN HUY, DISCULPE DOCTOR... |
Si en caso los recursos de los padres eran limitados, en el Callao, en esos tiempos existía los famosos «Collazos», esos eran zapatos para la gente humilde. Tenían dos «B» bien puestas, buenos y baratos y un «B» a medias es decir no eran muy bonitos que digamos pero, respondían a las exigencias, es decir al uso y trato que le dábamos. Total en nuestros ratos de ocio o bien jugabamos a las «bolitas» ahora las llaman «canicas», termino copiado de los argentinos. Los juegos amerita otra crónica.
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SIEMPRE CON SU PILSEN EN LA MANO SI NO, NO ERES CHALACO Y AL POLO |
Pero ese juego era para los pequeños, al igual que el trompo. Si querías considerarte un poco más grande debías de jugar al fútbol. Ahí, se veía si los zapatos eran buenos o malos. Porque jugábamos en nuestro patio que era todo un terral. Había dos maneras de utilizar el pantalón, cuando se jugaba fútbol. O bien te «remangabas» los pantalones, por si te caías, no se ensuciaba ni se dañaba esta prenda. O en todo caso te ibas al baño y le dabas vuelta al «lompa» y lo usabas invertido, es decir se ensuciaba el «reves». Ahí no había pierde, si te caías suave a lo mucho te ensuciabas por dentro, en la baño lo sacudías, lo volteabas y quedabas como si nada hubiera sucedido. Pero que sucedía si aterrizabas porque te ponían un «planchazo» terminabas todo enterrado y a veces ls rodillas de los pobres pantalones pagaban «pato», tenías suerte si terminaba telita fina, no se había roto; pero a corto plazo necesitaba un remendón.
Cuando digo que el «José Olaya», no tenía fronteras es que era tres pabellones y nada más. Recuerdo que la primera vez que mi tío Américo Fabián Alva Flores «Cholo Américo» me llevó para matricularme -Oh maravilla era el colegio má hermoso que había visto en mi vida-. El primer día de clase, para mi fue una fiesta, todo era nuevo, bonito. Lo malo que en ese tiempo yo era un cargoso de porquería, apenas tomaba confianza con un compañero, le tomaba el pelo, les jugaba bromas de manera exagerada algunos amigos, es que yo era así -por ahí tuve algunas trompeadas con, cosas de adolescente-. Prosigo con la descripción del colegio, el resto era pampa con desmontes por aquí, desmontes por allá, te podías salir a jugar un partidito de fulbito en una cancha que tenía piso de cemento, cruzando la avenida La Paz. Recierdo cuando me iba con mi compadre Juan Mendoza Rugel -qué será de su vida, se fue Venezuela y no supe más de él-, zurdo, chato, buen dribling, guapo. También iban unos mellizos Barretos, que posteriormente se convirtieron en carpinteros vivían en la esquina de la canchita de fulbito. Yo era el arquero en su equipo Los partidos se tornaban picantes cuando apostabas tu «platita», los pasajes, la propina que te debía alcanzar para comer a la salida. Eso amerita otra crónica.
Te podías ir al único mercado que tenía La Perla, quienes trabajaban, durante la semana se iban a tomar un desayuno con todas las de la ley. El que tenía su dinero podía desayunar con algún plato de comida,etc.
Te podías ir al único mercado que tenía La Perla, quienes trabajaban, durante la semana se iban a tomar un desayuno con todas las de la ley. El que tenía su dinero podía desayunar con algún plato de comida,etc.
Salías al patio y podías ver la Iglesia de la Venerada «Virgen de Guadalupe», donde era su párroco y nuestro profesor de Religión en padre Chang, un chinito que nos comprendía a los zamarros, pero no le gustaban los malcriados ni confianzudos. Ahí amerita una nueva crónica
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