
En esta oportunidad mi audacia me vuelve temerario y voy a tomarme, la confianza, con mi amigo virtual -por ahora-, de citar el vals «SI DON LUIS», de don Adalberto Oré Lara «Sí, don Luis, ya lo sé, sólo vine a hablarle...» de literatura y le pediré cuéntame Luis Manuel qué es EL AROMA DE LOS SUEÑOS. La sapiencia, está probada; la calidad, está para ser disfrutada, servido amig@s...
TOMADO DEL MURO «LOS LUNES CON LUCHO»
EL AROMA DE LOS SUEÑOS
Les hago una confesión: Me acuesto temprano no con la intención del descanso reparador, sino para captar y capturar mis sueños con redes de menuda urdimbre: que primorosamente he entretejido con hilos invisibles.
Más es vano querer prefigurarlos, ¡son tan inconexos! Me someto a su libre albedrío. Las arrebatadas historias que me presentan, carecen de principio y final; pendulan, desde los más sutiles encantamientos, hasta lóbregas estancias en parajes desconocidos o truculentos.
Recuerdo el esotérico cuento de García Márquez, "Me alquilo para soñar", que incluye al antipático Neruda (por su vida execrable) como uno de los personajes; la soñadora era Frau Frida; vaticinaba el acontecer diario de las personas previo estipendio. Soñaba para ellas.
Presiento que en mi reino utópico los sueños espían por diminutos intersticios; y salen solo en la oquedad de la noche plena, para mostrarme, alborozados, sus luminosas oscilaciones.
Descreo sin mayor análisis --es opinión-- del racionalismo cartesiano: Cogito, ergo sun (Pienso, luego existo), me atrevo a superponerlo: Sueño, luego existo.
Como confeso fan del omnipresente Marcel Proust (atrévanse a leerlo) esta aventura onírica que les entrego, bien puede titularse:
EN BUSCA DEL SUEÑO PERDIDO

Ya estamos sobrepasando la enmohecida neblina y las salinas humedades del océano; vamos hacia esas latitudes tatuadas en nuestro pensamiento: son acertijos para detectar los cuadrantes azulinos. En una de sus reverberaciones hallaremos la pulsión alertadora, informadora: el lugar exacto donde se encuentra esa acumulación de irreal belleza soñada.

Ya vamos pasando por los castigados desembarcaderos; el rocío que originan los bajamares humedecen cuerpos y rostros; se entreveran --en algunos-- con sus lágrimas, ¿de dolor? ¿de felicidad? Estamos en flagrante guerra contra los instantes. Lo sabemos. Ya no caminamos, corremos.
De pronto, un límpido talud, en medio del plácido arenal, nos detiene. Está obstaculizando nuestra senda. Tratamos de bifurcarla para sobrepasarla. Al ir vadeándola observamos imágenes difusas, nos inquietan sus aristas: reverberan. Estamos acercándonos trémulos, lentamente; nos arreció el entendimiento: ¡Ahí estaba lo inhallable! ¡Oh, gloriosa epifanía!
Sorpresa, pasmo: enfrente de nosotros, arremolinados, encorsetados, cada soñante veía su sueño reciente: sobrevivientes oníricos de nuestro linaje humano. Al alcance de nuestras anhelosas manos ese espacio cobraba vida.

Vi la presencia fulgurante de mis seres venerados; manos bailoteando tratando de cogerme, yo les alcanzo las mías y siento su otrora maravillosa calidez que me abraza el corazón; sus voces preguntan desordenamente y casi en coro si soy feliz. Muevo mi cabeza rítmicamente en señal de asentimiento. Los acaricio sin sosiego, soy una lluvia de lágrimas; ellos, sonrientes, se apresuran a consolarme.
Como en un teatro de representaciones emergen de improviso los rostros de queridos poetas y narradores con sus nombres tatuados en su pechos; ataviados a su usanza me saludan con una venia --sin dejar de mirarme--, esbozan un breve texto de su autoría; reconozco algunos, los más no. Un solo timbre de voz se presta para ello. Luego se difuminan.
¿Quién fue el artífice que extrajo del fondo de nosotros la luz y la sombra, lo real y lo irreal y nos lo presenta tan perecedero como el ensueño?
Desperté a contracara del Sol que al herirme con sus primeros reflejos, ¡me encontró bañado en llanto... y recordando el sueño soñado!
Comentarios
Publicar un comentario