EL DOCTOR EDUARDO MURILLO BEJARANO

 EL DOCTOR EDUARDO MURILLO BEJARANO

PERCY ANTONIO COLLAO ALVA.
Conocí al doctor Eduardo Murillo Bejarano, allá por 1993, creo en que llega a MI TACNA DEL ALMA –título de un poema que le dedique al CN TACNA-. En ese tiempo era profesor de Matemáticas. Algo característico en él, siempre su sonrisa a flor de labios. Realmente, nos encontramos e intercambiamos una sonrisa, cómplice, entre ambos, sirvió como un pacto, secreto, silencioso, de amistad.
Siempre fue agradable conversar con Eduardo, Lalo, para los amigos. Alguien empalagosamente lo llamó Murillito y también lo solían llamar así. Total, Lalo, nunca formuló reclamo alguno.
Algunas de sus alumnas lo recuerdan por sus hermosos ojos, otras porque dizque era simpático, pero muy pocas lo recuerdan como MAESTRO de un área tan a veces poca agradable de recordar: docente de matemáticas. Alguna vez que fui subdirector, académico, del glorioso MI TACNA DEL ALMA, lo visité en alguna de las aulas donde –no dictaba ni enseñaba-, trabajaba con sus pupilas esta ahuyentadora materia. Fue maravilloso, al menos para mí –que, en verdad, detestaba, dicha materia. Me bastó ser un espectador durante cuarenta minutos para recordar lo sencillo que era desarrollar: ecuaciones de segundo grado.
Siempre puntual, nunca faltaba, a su trabajo. Recuerdo que me contó cierta vez una anécdota muy sabrosa. Era muy de mañana, su amada esposa Olínda Huapaya, ya había enrumbado a su trabajo, su único hijo –hoy flamante médico-, en ese tiempo escolar ya se había ido al colegio a estudiar. Abrió la puerta y su perro el engreído, salió primero y corrió a más no poder. Lalo lo llamaba. El perro, solo quería jugar, ponía sus patas delanteras, echando todo su cuerpo hacia atrás y moviendo frenéticamente su rabo, para ambos lados. Debe de haber sido gracioso ver a Lalo inclinado llamando a su perro. Como vio que la hora le ganaba, levantó la mano y resignadamente dijo:
Bueno pues, no quieres que vaya a trabajar, no iré pues.
Total, era su engreído y no lo iba a dejar en la calle. Así es que ya se disponía a cerrar la puerta cuando su engreído irrumpe y entra a la casa como un bólido, que, hasta el mismo Lalo, casi se cae. Y una vez dentro de la casa, el perro moviendo el rabo y saltando de un lado para otro como diciéndole: Ah que te crees, tú tienes que jugar unos minutos conmigo. Y enseguida el animalito se echó, calmadamente, en un felpudo. Tranquilo, nuestro buen Lalo, cerró la puerta y tomó un taxi para llegar a tiempo al trabajo.
Es un hombre. Escribo, es, porque para mí no ha muerto. Lalo, ha ido a ver cómo está el camino, que nosotros también recorreremos, un día no muy lejano.
En realidad, tengo tantas, anécdotas, buenas todas, gratas, amenas, que quiero tenerlo presente así sonriendo. Tenía su sentido del humor. Me contaba que, cierto día, se encontraba realizando sus tareas. Cuando de pronto su muy querido hijo le dice
Papá, tienes un borrador a la mano.
Él, le respondió
Si.
Por favor préstame.
Entonces, el buen Lalo, echó mano al bolsillo y sacó un borrador de gran tamaño y le entregó a su hijo. Este primero miró desconcertado a su papá. Y se quedó mirando sorprendido, el borrador que casi ocupaba su mano.
Siempre lo vi vestido con su impecable terno color azul marino. Sus anteojos. Su humor era fino y elegante. Otra vez, sonriendo me contó.
Imagínate mi hijo, me ha ganado, fue a Inglaterra e hizo dos carreras. Se ha dado dos vueltas la manzana y ya está.
Se alejó sonriendo. Me quedé corto, Lalo, amigo, hermano. Para la semana, sigo. 

Comentarios

  1. Un gran maestro, Profesor Murillo, con gran nostalgia nos deja su partida, pero perdura las enseñanzas en nuestras mentes y corazones. Dios lo tenga un su gloria!!

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  2. Super lindo y gran maestro de matemáticas con el al fin pude entender dicho curso. Descanse en paz querido maestro siempre lo recordaré y llevaré en mi corazón .

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  4. Percy Collao, me encontré con estas líneas sobre mi padre. Siempre estudiando, lo último que hizo fue colegiarse de ingeniero civil y ser un abuelo súper engreidor de mi hija de casi 4 años, de esos que se tiran al suelo para jugar.

    Agradezco estas líneas con tanto cariño.

    Un saludo.

    Carlos Murillo

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