FILOSOFÍA Y POESÍA
José Ortega y Gasset, filósofo español, en su planteamiento filosófico plantea que las circunstancias determinan, la actitud, la conducta del hombre. Podemos poner muchos ejemplos. Pero uno bastará.
Efectivamente, esto es real, sucedió -a lo mejor no quiero recordar, cuando fue-, pero eso si sucedió en la cuadra 12 del Jr. Loreto, Cercado Callao. Era un tarde ya cercana a la noche. En ese tiempo los integrantes de la, por entonces PIP Policía de Investigaciones del Perú, vestían, buenos ternos e iban encorbatados.
Me encontraba parado en la puerta de la pequeña tienda de Leónidas Arteaga. Cuando en eso se detuvo un auto negro, grande. Los PIP sacaron una Luz roja que giraba intermitentemente. Casi al instante la sirena comenzó a ulular. Provistos de sus revólveres smith wesson de seis tiros bajaron por la cuatro puertas del vehículo, que no portaba placa de circulación.
Ya trabajaba como cronista policial para el diario El Callao, por casualidad me me encontraba por ahí. Fue una crónica que cace de pura suerte. Mostré mi carné de periodista, no me dijeron nada, y los PIP siguieron con lo suyo.
De pronto los curiosos se arremolinaban cerca. Uno de los fornidos PIP, de un fuerte tacazo derribó la puerta. En la sala encontraron a la dueña de casa -que no viene al caso, mencionarla-. Habían sorprendido a una vendedora de PBC pasta básica de cocaína. También estaba al compradora. En un desvencijado sillón se encontraba el hijo de la vendedora: Genaro.
Fue tan rápido todo que ya le iban a colocar las esposas -marrocas-, a la mujer. Cuando un policía, exaltado grita
- ¿A con que Ud es la que vende?
La mujer pálida solo atinó a bajar la mirada. Muda, ya sabía lo que se le venía. En ese momento, su hijo, Genaro se levantó y gritó.
- Policía, eso no es de mi mamá. Eso es mío
Sin mediar palabra, los investigadores voltearon y apuntaron sus armas al joven Genaro que sentado miraba la televisión, un programa cualquiera. Dejó que todo Sucediera. Uno de ellos grito
- Párate
A la vez que los otros policías lo apuntaban con sus armas. Enmarrocado, lo sacaron de la casa, hicieron subir al auto, dieron la vuelta y yendo contra el sentido del tránsito, enfilaron al Cuartel policial Alipio Ponce.
Aquella noche, Leónidas empezó una de sus grandes bombas que se daba y que duraban 15 días.
El ejemplo es claro, no hay más que decir.
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