TORITO DE PUCARÁ

Esta viene a ser la introducción de la historia del TORITO DE PUCARÁ.

TORITO DE PUCARÁ

PERCY ANTONIO COLLAO ALVA.
Recuerdo que era un petizo, un conato de hombre, un hombre pequeño. Esto sucedió cuando a la sazón tendría 5 años de edad. Mi compañera de infancia fue mi hermana Inés, de  6 años. El lugar de los hechos quedaba en lo que en ese tiempo se llamaba la hacienda La Calera -hoy La Calera de Monterrico-, zona ubicada entre lo que hoy se conoce como Camino del Inka y la avenida Aviación, frente a lo que es en la actualidad el Hospital Neoplásicas. No recuerdo si era propietario o arrendaba el campo de cultivo, el tío Marquiño. Han pasado más de 60 años, que la memoria es muy ingrata, en la actualidad.
Mi abuela María Romero Paucarchuco, oriunda del distrito de Pucará, Provincia de Huancayo, Región Junín -era una de las tantas familias-, criaba cerdos, chanchos, cuchis, cochinos -como quieran llamarlos, etc. Todolos sábados por la noche, recuerdo que se prendía una gran fogata y alrededor de ella los paisanos -hombres y mujeres-, se reunían en largas tertulias recordando sus lejanas tierras, de origen. Entre las conversaciones, que se realizaba en quechua, siempre chacchaban su coca. Hombres y mujeres llevaban una bolsita, saquito, de la hoja sagrada. Aparte portaban una especie de poronguito, pequeña vasija y si mucho apuraba llevaban bolsitas de tela, muy blanca, donde traían la cal. Una gran espina -remojada en su propisaliva-, otros llevaban una pequeña cuchara de un mango muy largo, que utilizaban para sazonar la coca que masticaban. realmente ese mágico polvito le daba cierto sabor dulce a la coca. Yo, un rapazuelo, me reía al ver la gran bola que se les formaba a los paisanos cuando chacchaban su coca. También fumaban sus cigarros INKA, la ceniza la mezclaban con la cal, dizque le daba un sabor especial misquicha, riquito.   
Generalmente se reunían los díasábado o domingo, por la noche. De vez cuando lo hacían un día de semana. Cuando vendían sus chanchos era una fiesta, traían comida de sus respectivos pueblos, su coca de ley y como había dinero, compraban su coñac Marsella de tres estrellas. Lo conocedores de la época, decían que era un buen brandy -mi hermana y yo, muy pequeños, no entendíamos nada de lo que decían, pero celebrábamos al igual que ellos-. Para lo nietos -que éramos de esa edad-, nos traían  caramelos de trompitos, muñequitoscarritos y galletas con un adorno de merengue de colores. Para nosotros los pequeños era una fiesta. 
Cierto día, lohuancaínos, que eran mayoría, entonaban unos hermosos huaynos cuyas letras narraban sus penas; se exaltaron loánimos y entre ellos lanzando sus característicos guapeos, los hombres walash virilmente, se estrellaban pecho contra pecho, mientras las mujeres, wamblas, cantaban sus huaylarsh, marcando el compás con sus tinyas, cada cual en el tono más alto, a la vez que alentaban a sus hombres. De pronto un paisano gritó: 
  • Mis nietos bailan mejor, el Huaylarsh, que todos los nietos de ustedes. 
Yo me asuste, es que gritaban bien fuerte. En eso se pararon las mujeres y jalaron cada uno a sus respectivos esposos o parejas. Pero el reto, ya se había lanzado. Y mi María, mi abuela, se paró y con esa altivez de la descendiente de Catalina Huanca dijo
  • Que tanto hablas, estás borracho, vamos a ver dentro de un mes, los que quieran traen a sus nietos bien preparados y que gane el mejor. Y como está acá presente el Dr Arguedas, le ruego que sea jurado.
El aludido, se puso de pie y dijo algunas palabras, en quechua, desde luego. y finalmente dijo
  • Si.
Así pues los paisanos, ya no se reunían. Ahora lo hacían sus respectivas casas, donde preparaban a sus pequeños.
Llegada la fecha, todos los paisanos, conforme iban llegando, traían consigo una bolsa, de papel, llena de golosinas, frutas, etc. Todos depositaban sus respectivos paquetes en un quipe, manta; que yacía a un costado de la fogata. Habían alquilado un pick-up, que reproducía la música grabada en discos de carbón. En ese tiempo, estaban de moda. Le daban vuelta a una manizuela y reproducía las grabaciones de las orquestas típicas, entre ellos figuraban las orquestas de Tiburcio Mallaupoma y Julio Rosales Huatuco, si la memoria no es ingrata conmigo. El responsable de la música, no bebía, tenía que cuidar el equipo que era muy costoso, en esos tiempos, él era el responsable que no le sucediera nada al equipo.
Antes de continuar, es menester puntualizar que el Huaylarsh antiguo, primigeniamente lo bailaban puro varones, las mujeres cantaban y alentaban a sus hombres. Pero debido a las circunstancias, indicaban que tenían que bailar parejas. Recuerdo muy bien que nos tocó bailar Choclito verde, tema muy pegajoso y alegre. Así se fueron sucediendo las diminutaparejas
De pronto nos tocó bailar y estábamos frente a frente mi hermana Inés, que por esos tiempos tenía seis años. Balanceando su cuerpo de la derecha hacia la izquierda, empezó a reír y cuando se inició la música, cogiendo su pollera, giró dos veces, una a la derecha y la otra a la izquierda. Entonces empezó. Y con el clásico avance de la mujer huanca me empezó a retar. Yo por mi parte me quité el sombrero, hice como que iba a entrar  bailar, lance un buen guapeo. Poniéndome el sombrero nuevamente avance con el paso del deshuesado mi cuerpo bien inclinado hacia atrás, mis brazos y manos bien atrás de la espalda y siempre sonriendo. Cuando llegamos al centro empezamos el contrapunto, los zapatos de colegio, de ambos, estábamos sin medias, llenos de polvo. El frenesí, nos llevó zapatear como nos había enseñado nuestra Maruja y cuando terminaba el compás quedábamos frente a frente, lanzábamos nuestros guapeos, mi hermana con su cuerpo inclinado como queriéndome derribar y yo parándome firme con las manos extendidas, en la derecha llevaba el sombrero. Tres veces hicimos la misma operación y de ahí no retiramos, a cada compás o quedábamos de espaldas o quedábamos frente a frente. Nunca he podido olvidar la sincera risa del Dr. Arguedas y sus aplausos.
Terminada la demostración de cada pareja de niños. Ansiosos todos esperamos los resultados. En eso veo que el Dr. Arguedas llama a mi abuela. Le dice, algo en quechua. Enseguida nuestra Maruja se acercó a nosotros y cogiéndonos de la mano nos llevó al centro. Mi hermana y yo sonreíamos, sin entender lo que sucedía. Nuevamente el Dr. le dijo algo a nuestra abuela. Entonces ella nos dijo orgullosamente
  • Ustedes les han ganado a todos. Van a recibir su premio. Pero el Dr. quiere contarles una historia muy bonita. Eso si, para que le escuchen mejor, siéntense en sus piernas cada uno. Más mirando el premio del quipe, obedecimos a nuestra Maruja. Y el Dr. con su voz algo cansada nos iba narrando lo que nuestra abuela iba traduciendo. La historia del TORITO DE PUCARÁ. En verdad fueron dos hermosos regalos, nuestros dulces y regalos y la historia de TORITO DE PUCARÁ que al animal le hicieron esto y lo otro. A mi me dio mucha pena, pero nuestros paisanose reían a mandíbula batiente.
Años más tarde, la hermosa historia, la escuchamos nuevamente; pero tan igual que no la contó el Dr. Arguedas, en quechua. En esa oportunidad mi hermana y yo lo escuchamos en la peculiar voz del Dr. Josafat Roel Pineda, en La Casona de San Marcos, conformábamos el COPEUSM, que dirigió la magnifica Rosita Alarco Larraburre. Esto posteriormente se transformó en lo que es hoy el Centro de Folklore de San Marcos, que queda en el Parque Universitario.
El texto es recopilación de mis experiencias y la fotografías fueron recogidas del internet.

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