LA CANCIÓN DEL ADIÓS
Todo lo que sucede en el mundo de los humanos. Tiene un principio, tiene un fin. No hay nada eterno. Porque, lamentablemente, la vida de un humano tiene principio y tiene fin. Nada ni nadie se escapa de esa verdad, de esa dura realidad. El hombre por esencia es existencialista y por añadidura posee una ideología que muchas veces le impide establecer vínculos sólidos de amistad; está propenso, está dispuesto al divisionismo, por: idioma, religión, raza, sexo, regionalismo, hasta por la preferencia de la comida y vestido; y miseria, hasta, como por ejemplo la cantidad de dinero que posee.
Eso si, son escasos lo humanos que se sobreponen a sus miserias de sus nimiedades. Yo ceo que esos escasos humanos viven en paz consigo mismo, que es lo más importante. Porque el humano por quítame esta paja se pelea hasta consigo mismo. En cuestiones del amor. Mientras fluye esa maravillosa energía, hombre y mujer -la pareja-, deponen sus preferencias. Todo estorbo se diluye y el afecto, hace que el sentimiento más puro todos sean iguales. Eso, es hermoso, verdad. La semilla sembrada, germina, florece, da sus frutos que maravilla, por Dios. Pero eso no siempre es así. La libertad del amor es de los jóvenes. Los anteriores, los mayores, están llenos de perjuicios y prejuicios y muchas veces determinan, influyendo, para determinar la separación; esa puede ser una razón para la separación de una pareja. O cuando la forjada joya, del amor, entre una pareja, se ve interrumpida por preferencias sentimentales que divide a la pareja y empieza el adiós que muchas veces es definitivo y el hermoso fruto es arrancado y todo se echa a perder.
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