Hay muchas, canciones que siempre están vinculadas a algún recuerdo. Y esos recuerdos, siempre son hermosos. El título es de una canción que la interpretaba, un español, ahí se entremezclan el amor, la nostalgia, la entrega total de una pareja que se amó de todas maneras...
NO LLORES MI AMOR, PRONTO VOLVERÉ
PERCY ANTONIO COLLAO ALVA.
La noche siempre presta su magia, para que algunos hechos ocurran para bien o para mal, para alegría como para tristeza. La noche trae magia: encanto, nostalgia – alegría, pena – amor, odio – unión, separación.
Era una noche cualquiera. La emisora retransmitía
No llores mi amor, pronto volveré
No llores mi amor, pronto volveré
La voz del joven cantante –de ese tiempo-, invitaba a pararse, detenerse; pero de ninguna manera podías ser indiferente. Yo, estaba preso, atendiendo a la pausada clientela que llegaba a comprar, un cigarrillo, un paquete de galletas, un caramelo, cualquier minimidad. De paso yo, el vendedor, iba o venía, daba la vuelta, quedaba de espaldas o de frente al ocasional cliente.
Pero, algo sucedía a la 7 pm en punto ni un minuto más ni un minuto menos. A veces, era ella la que aparecía primero, con ropa de calle. A veces, era él que llegaba, compraba un Ducal –cigarrillo, suave de ese entonces-, pedía prestado los fósforos, encendía el veneno que había comprado, inhalando una gran bocanada de la nicotina abría la boca, todo el humo desaparecía, con voz gutural, agradecía; devolvía la cajita de fósforos y se iba al extremo izquierdo del umbral del pequeño negocio. Y ahí estaba ella, bajita de estatura, pero grande en belleza, cabello liso que le llegaba, debajo de, la cintura. Venía peinada con raya al medio. Sus cejas bien enmarcadas, el rostro lucía un ligero maquillaje que resaltaba mucho más aún los 18 años que representaba. Nunca, vi que ella asistió a su cita de amor en los clásicos bluejean.
Para mí era una belleza incomparable. El cuadro que representaban ambos, en el saludo, era un poema. A veces un suave beso. En otras oportunidades el beso, de saludo, era muy apasionado. De pronto como si hubieran vuelto a la realidad, ambos se cogían de la mano y se dirigían al pasaje continuo, de la mano derecha, de la tienda.
En medio del largo trecho, donde a veces se ubicaban otras parejas. Todos los que se llegaban eran jóvenes en verdad. Total, es el mágico tiempo de mostrar el sentimiento, el apasionamiento. Y a veces la vergüenza de alguna osada caricia que ambos se brindaban, disfrutaban.
Una noche fui testigo, del llanto de ella. Vi su rostro, aquella vez, más bello que nunca. El rocío brotaba, a más no poder. Él sacó su blanco pañuelo de uno de sus bolsillos posteriores y le comenzó a secarle el rostro. Mientras le decía a su amada,
—El próximo sábado partiré de todas maneras a EEUU. Apenas me establezca, te envió dinero para el pasaje y viviremos una nueva vida, en Miami— Y la quedó mirando.
—No, te vayas, Lucho, mira me quedo muy sola—
—Ten confianza, yo te amo, en USA, está nuestro futuro— Mientras tanto la emisora dejaba escuchar
Hay quien te hablará
De un mundo mejor
Yo solo te hablé
De todo mi amor
Las promesas que se hace una pareja de jóvenes enamorados, eran ya conocidas,
—Tú sabes que yo te amo a ti y nadie más. Pero el futuro en el Perú, está cada día peor— Mientras buscaba su mirada.
Ella, llorando le decía —Conocerás a otras chicas y te olvidarás de mí—
—No, lo nuestro es muy diferente a todas las historias de amor. Tu inocencia la llevo en mi mente. No tengo ojos, para mirar a una mujer que no seas tú. No tengo a nadie en mi pensamiento que no seas tú. Será una separación de tres meses a lo mínimo y te enviaré el pasaje. Ten confianza— Hablaba muy seguro de si
En la noche, se escuchó, la voz joven de la muchacha
—Luis, yo te amo. Lucho, eres todo para mí— Y se quedó mirando a su hombre.
Él, secó las lágrimas con su pañuelo. Conversaron acerca de sus cuitas. Las caricias eran correspondidas mutuamente. Los besos, se intensificaron. Qué pronto había pasado el tiempo. Él miró, su reloj, marcaba la 9 de la noche. Se besaron, como si fuera la última vez. Salieron del pasaje, subieron unas cuatro gradas, cruzaron por la puerta de la casa de él. Salieron, directo a la cuadra 7 de la calle Apurímac. Enrumbaron hacía la avenida principal Buenos Aires. Esperaron el bus. Se despidieron, hasta el próximo encuentro.
Una semana antes de partir. Ambos se casaron. El día de la partida ella estaba en la comitiva de despedida de Luis. Llegaron al aeropuerto internacional Jorge Chávez. En ese tiempo casi despedías, tus viajeros, muy cerca del avión.
La chica, era amiga de mi tío, dueño de la tienda, Américo Alva. Ella cursaba 5to de secundaria en la GUE “General Prado” –ignominia que el colegio más grande, de mujeres del Callao, lleve el nombre de un felón, traidor, al Perú-. Los primeros días eran de angustia para la muchacha enamorada. No había noticias de Luis. Ella, llegaba con sus cuadernos a golpe de cinco y media de la tarde, uniformada y preguntaba:
—Américo, ¿hay noticias?— La respuesta negativa, hacía que ella bajara la cabeza.
El mundo entero, se le venía encima, la aplastaba. Ella, muy segura de sí, sabía que no estaba embarazada. Pero, eran las ansias de enterarse cómo se encontraba su amado.
Si te dicen que cambié
Y que nada ya es igual
Háblales de nuestro amor
Gritales que volveré
A la segunda semana, llegó el cartero por la tienda, donde vivíamos, preguntó:
—El señor Américo Alva— El, sonriendo, salió al encuentro. El cartero le extendió una misiva. Ambos se despidieron, mudamente, con una sonrisa.
La muchacha llegó como todos los días. A las 5 y media, llegaba a la tienda. Tocó el mostrador y preguntó
—Américo, alguna novedad?— Ella ansiosa esperaba. Con una leve sonrisa negó todo. Pero, algo le decía a ella que había noticias. Bajó la cabeza. Sin levantar, la cabeza, alcanzó a mirar al interpelado.
Y vio la amplia sonrisa. Ella, intuyó algo. Mientras que con una mano se apoyaba en el mostrador, extendió la otra, nerviosa, casi temblando recibió el sobre. Lo cogió desesperada, rompió como pudo y extrajo la misiva. De pronto su rostro juvenil floreció con una amplia sonrisa y exclamó
—Gracias, amigo Américo. Tú, eres el primero en saberlo. En enero me voy a EEUU—
De pequeños tú ya me querías
Yo soñaba con amarte un día
Son recuerdos que jamás se olvidan
¡Créeme!
El tiempo, pasó raudo. Un día se apareció ella. Qué hermosa. Qué cuerpo bien formado. Resplandecía, su sonrisa. Y dijo
—Américo, mañana me voy, deseame mucha suerte— Mi mamá, que acompañaba a su hermano. Se miraron, sonrieron. Efectivamente, ella fue a despedirse. Y le dijo
—Vamos, Américo, abrázame, felicítame. Te escribiré. Te contaré como me va por allá— Pasaría quince días. La muchacha cumplió, le escribió a su amigo y cómplice de su joven y hermoso amorío.
Pasarían ocho años. Cuando de pronto se escuchó un bullicio en la entrada de la tienda. Eran Lucho y su esposa. Lucho llevaba de la mano a un niño de unos 7 años y ella cargaba orgullosa una preciosa niña de cuatro años. Saludaron. Luis, era un negrito de color medio marrón. Ella, su esposa era mestiza. Los niños, tenían el color de la mamá y el cabello del padre, unos preciosos y bien formados rulos.
Luis con una amplia sonrisa, invitó unas gaseosas, galletas. Fue muy emotivo el reencuentro, mi tío muy alto, se tuvo que doblar para recibir el beso de la agradecida amiga. Mi mamá sonriendo, también abrazó a Luis, el correspondió con un beso.
—Gracias, Sra Regina— Luego, luego, se fueron a la casa de Luis. La pareja estuvo en el Perú, cerca de tres meses. Nunca vi una pareja tan enamorada, leales, fieles. Era amor, puro, del bueno.
Así pasó el tiempo. De pronto, llegó la hora de retornó a Miami. La pareja, le había enseñado a que trataran de tíos a mi mamá y a mi tío Américo.
Cierto día llegó una noticia. Se había producido un asalto a un banco. Los hampones, vociferaban en inglés. Luis, no entendió lo que le dijeron, despreocupadamente esperaba su turno para que lo atendieran. Una ráfaga de una metralleta, ponía fin a la vida de Luis. Fue un informe que se vio en la Televisión.
Peruano, muere en asalto a un banco.
Mi recuerdo trajo esa canción
Y de nuevo caminar
Olvidando aquel error
Que olvidar es perdonar
Y perdón es siempre amor
Si te dicen que cambié
Y que nada ya es igual
Háblales de nuestro amor
Gritales que volveré...
¿Por qué será que los amores verdaderos no son como en en los cuentos de princesas? "Y fueron felices para siempre". Hermosa narrativa, Felicidades.
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