Escribo esta crónica, que la recogí tal como me la contaron. Me sorprendí cuando me la narraron. Realmente debe de tener un sabor a decepción, impotencia, frustración, por parte del protagonista. No conocer, no saber quién fue su padre debe ser altamente complicado; llevar ese estigma debe ser doloroso y más aún crecer ignorando, casi hasta ser adulto su procedencia. Pero lo que vale, es la tenacidad que tuvo que tener, MOISICO, para averiguar, saber, entender, comprender acerca de su origen; por lo menos llegó a enterarse quién en realidad fue su mamá. Lo escribo en primera persona, para hacer más digerible la historia
La fotografía del mototaxi, no es casual. En vida se llegó a comprar una herramienta de trabajo similar al vehículo, que estamos viendo.
TESTIMONIO – MOISICO
PERCY ANTONIO COLLAO ALVA.
Andando por la vida, conocí a Moisés Janampa Romero. Desde que tuve uso de razón siempre escuché que lo llamaban MOISICO. Mi padres fueron sus padrinos de bautizo. Ante todo el mundo, nuestra abuela, LA MAMITA, era su mamá. Y en su partida de nacimiento así figuraba. Yo ya tendría unos 30 años, cuando escuché la siguiente historia. Me la contó mi papá.
- Tu abuela siempre, hacía sus reuniones, sus fiestas. Donde llegaban todos los serranos, paisanos de ella. Hermano de agua, creo que hasta se hacían hermanos por parte de coca. Mascaban su coca, tomaban un licor muy fuerte, llamado cañazo. Uno de ellos, abusó, de una de las hijas cuando estaba borracho. No me preguntes quién fue, pues nunca supe y tampoco tiene importancia.
Mi padre fue siempre prejuicioso, despectivo, con toda la gente que procedía del Perú profundo. Para
él no tendría importancia, pero para Moisés, si,
que era vital. Tanto que se llevó a la tumba esa preocupación. Y tanto respetaba o quizás temía a su padrino, que nunca tuvo el valor de pregúntaselo directamente.
Una anécdota que resaltaba en MOISICO, fue que tendría unos cuatro años. En esa etapa de nuestra vida todos pasamos por tener "lengua de trapo". Es decir pronunciamos mal las palabras, las recortamos arbitrariamente, utilizamos una consonante por otra y ni qué se diga con el uso de las vocales, más aún si la persona con quien crecemos, debido a su origen andino, invierte las vocales.
Nunca llegué a saber, quién realmente fue su padre.
Por ese tiempo 1958, algunos de los vecinos, jóvenes, en ese tiempo utilizaban palabrotas, groserías, palabras soeces, para darse valor en plena pelea que pudieran tener. De pronto, me cuentan que don Moisés, se presentó en la sala de su casa y ante un empujón, casual, que le dieron gritó a voz en cuello.
- Chuchu mare.
La palabra, que resalta, se asemeja, está clara, es obvia -según la palabreja que ya está, pasando, de moda-. El asunto, es que los comensales que estaban sentados en la mesa, pasó desapercibida, puede ser que hasta algo gracioso, lo que dijo Moisés. Pero mi abuela montó en cólera y alertó
- Oy, esta chico, ha aprendido a decir lisuras.
Y acto seguido ajusticiaron, al pobre Moisés. La abuela, lo tenía cogido de una mano y con la otra le iba propinando golpes con una rama seca. Es fácil imaginarse como iba corriendo el pobre Moisés, ante la tunda que le estaban propinando y a la vez él iba gritando
- Chuchu mare, chuchu mare, chuchu mare.
Así creció, Moisés. Yo no recuerdo desde cuando lo comenzaron a llamar MOISICO ni mucho menos, el significado del apelativo. El asunto es que estudió su primaria, siguió con la secundaria. Le llegó la edad del Servicio Militar Obligatorio, se presentó a la Marina de Guerra del Perú. Lo que si, el me confidenció fue que se acomodó lo mejor que pudo en la cocina, ranchero lo fastidié. El sentenció
- Qué crees que soy cojudo para estar gritando, soy infante y estar corriendo todos los cerros. No yo me preocupo por mi estómago, primero.
Del Mismo modo, aprendió a manejar vehículo motorizado. Lo que le valió para que obtuviera su licencia del conducir, chofer.
De civil, conoció al amor de su vida. Tuvo tres hijos, con su damisela. La mujer resultó trabajadora, se fue a Argentina, hizo dinero. Moisés logró viajar hasta la tierra de Carlos Gardel. Y retornó al Perú, su hogar se rehízo. Con algo de dinero, se compró un moto taxi torito. Tanto Moisés como su esposa trabajaban. La vida le sonreía económicamente, solventaba todos los gastos de educación, alimentos, ropa, de sus hijos, casa. Era reconocido como el sr Moisés, por sus vecinos. Aún lo recuerdo como un hombre que veló por la salud de su abuela. Fue un hombre que no le corría ni le tenía asco al trabajo.
Todo iba bien, hasta que un día me notificaron que había fallecido. Nadie, sabía de qué enfermedad padecía. El asunto es que, como todo mortal, que llega un día a este mundo. También, un día, como cualquiera abandona el mundo.
Comentarios
Publicar un comentario