59 ANIVERSARIO DEL MÍTICO COLEGIO NACIONAL DE VARONES DE LA PERLA, EN LA PROVINCIA CONSTITUCIONAL DEL CALLAO
59 ANIVERSARIO DEL MÍTICO COLEGIO NACIONAL
DE VARONES DE LA PERLA, EN LA PROVINCIA CONSTITUCIONAL DEL CALLAO
El 28 de junio puede pasar desapercibido, para muchas personas. Quizás solo lo recuerden los pescadores de Chorrillos, Callao y otros puertos. Pero para un grupo de muchachones cuyas edades bordean o pasan los 70 años, es una fecha inmemorial. 1963, el Colegio Nacional de Varones “José Olaya” de La Perla, iniciaba su ciclo de la secundaria, en el conjunto habitacional conocido como la unidad de La Perla. Posteriormente, se trasladaría a su local que hoy día conocemos. Cuando digo que estudié en el Olaya cuando no tenía fronteras, eso es cierto. Las únicas casas eran algunas que estaban cerca al cine de La Perla algunas casas por aquí o por allá. Todo lo demás estaba lleno de desmonte En otra crónica narrare de cómo los invasores “compraron” los lotes a un director que vendió lo del estado y fue a dar con sus huesos a la cárcel.
Yo ingreso en 1966 y recuerdo el primer recreo. Todo era nuevo, bonito. Ya terminaba el recreo, en eso se aparecieron dos compañeros por un muro derribado más de la mitad y mi amigo Juan Mendoza Rugel dijo
- ¿Ruda, ya vas a clases?
- Si,
Respondió el aludido. Enseguida dio un salto y cayó parado casi frente a nosotros. La distancia no era muy corta que digamos. Había hecho un buen esfuerzo, me sorprendió. Vaya que agilidad. Sacó un trapito del bolsillo, posterior, de su comando texoro, se limpió lo zapatos, quedaron pito y corrieron a su salón. Ah llevaba unos cuadernos en la cintura, pero para la espalda. Y continuo como si nada. Juan me sacó del letargo. Me dijo
- Ya, toca clases, Percy.
Poco después, escuche de un chancón Pereyra y de otro fenómeno Santos Padilla, creo. Todo lo hago de memoria porque no nada tengo apuntado, anotado.
Al día siguiente, con mi compadre Juan Mendoza no fuimos a jugar un partido de fulbito a la canchita de cemento que quedaba al frente del colegio. Mi compadre Juan es zurdo y me jaló primero a mí. Bueno, yo era su pata, me preguntó
- De qué quieres jugar.
- Arquero
Respondí. Es que no soy muy bueno para el futbol. Estaban los mellizos Barreto que vivían en la esquina de la avda. La Paz, su viejito era carpintero y ellos también chambeaban ahí. Ese era el colegio que estaba buscando. Los chicos estudiaban y trabajaban. Mi vida era igual.
Recuerdo que un pata –amigo para el vulgo-, recibió la bola en el pecho y comenzó a cabrear a uno dos. De pronto estaba el frente a mí. Los dos solos. Así es que, sin dudarlo, me arrojé a sus pies quitándole la pelota. Mi pata el zurdo Juan, se acercó y que dijo
- Bacán. Tú vas a ser, nuestro arquerito.
Y como habíamos apostado el pasaje. El partido, lo ganaba el equipo que metía el primer gol. Hice un saque desde el arco. Mi compadre Juan, se cabreo a tres y metió un zurdazo que la pelota entro con arquero y todo.
- ¡Gol!
Gritamos, nos abrazamos. Terminó el partido. Juan Mendoza tenía todo el dinero, lo repartió en el camino a mí me tocó un mango –un sol, para el vulgo-, había apostado cincuenta, porque el pasaje, escolar, costaba veinte centavos, en urbanito. Nos fuimos todos sudados a mojarnos las cabezas. La mayoría llevaba vividi así es que nos lo sacamos y nos secamos todo y nos limpiamos la cara todo el dorso. Envolvimos nuestros vividi y a clases. Llegamos con las justas a clase nos tocaba matemática con el mitrón Orrego. Yo estaba más cansado, creo que ni la clase, la escuche bien. La ultima hora la teníamos libre. Nos soltaron –dejaron salir, para el vulgo-, una hora antes.
Asu a la salida vendían papitas rellenas, pan con tiburón, mambo –gelatina para el vulgo-, sanguito. Todo era un festival. Había vendedores que le fiaban a algunos escolares.
Un día el zurdo, como a las se aparece con una chica bien abrazado y chapaban –se besaban, para el vulgo-, normal. Regina, se llamaba la chica. Bonita un poquito más alta que mi amigo. Al costado de ella como violinista –acompañante, para el vulgo-, iba una chica, bajita, bonita. Me la presentó, mi pata. Al mirarnos, sonreímos. Nos despedimos. No se acostumbraba todavía a saludar ni despedir con un besito en la mejilla, o eran muy pocos los que practicaban ese estilo moderno
Al día siguiente, Juan, me dice
- Ya, compadre, cáele a la pequeña, tiene 12 años. Estudia en el colegio de las brujas, está en quinto de primaria, quiere contigo
El colegio de las brujas, que quedaba entre la esquina de La Paz y Santa Rosa. Era una casona toda vieja. Pero a mí me pareció un colegio muy bonito. Ella era menor que yo. Estuvimos como un año. Aprendí muchas cosas con ella. Cuando le dije
- Me han botado del “Olaya”,
Ella se puso a llorar. No podía hacer nada. El auxiliar, Magoo, me la había jurado, me había sentenciado y me expulso por algo que no hice.
Yo era un tipo que conocía a alumnos de otros salones. Le entrabamos a las broncas, en el mismo plantel y con los varones del “Concordia Universal”. Ellos tenían gilas, mamacitas, hasta para regalar. Estudiaban más mujeres que hombres. Y eran pitucos, tenían plata como cancha.
Bueno, con esta serie de anécdotas rindo un homenaje al este magnífico colegio. Aprendí, muchas cosas. Conocí mucha gente. Fue una experiencia fabulosa. Poco a poco las iré narrando otras.
VIVA EL CNV JOSÉ OLAYA.
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