UN CEVICHERÍA DONDE REINA EL AMOR
PERCY ANTONIO COLLAO ALVA.
Un joven llamado Giancarlo, conversando, lleno de talento. Se dio cuenta que el tiempo pasaba, muy rápidamente. Ayer nomás era un adolescente. Pero el tiempo le iba indicando que había llegado el tiempo de tener una conversación a sola y corta, pero mu durísima con su conciencia solas. Entonces, se dijo: esto no puede continuar así. A veces, hay que decir basta. Conocerse a sí mismo, hasta dónde podía llegar; inclusive dar más de lo que tiene; para eso recordó el ejemplo, la esencia, de su padre que nunca escatimó para darle lo mejor a sus párvulos. Primero la casa y lo mejor para la casa. Y pensando en su nada esposa y sus hijos, se dijo a si mismo, yo tengo poner más de mi parte. Mi esposa, lucha conmigo, mis hijos van creciendo, cada día ahora es el momento, para empezar. Debía dar el primer paso y seguir. Ya estaba decido, así es que sin mirar atrás. Empezó. Primero hizo algo simple: una mesa, un brasero, sus manteles blancos, puros, pero complejo. En enseguida; su mandil, lo cuchillos lo trinches, las espátulas. Ahora, faltaba el carbón la mercadería. Así e que consultó con su chanchito, era gordito, pero no pesaba nada. Pidió préstamos aquí, allá y acullá. Siempre tuvo algo, muy a su favor. Siempre fue “paganini”, y solucionaba todo en su debido tiempo las sumas acordadas. En otras palabras, él solito, se había garantizado. Bien por Giancarlo. Vendía pancitas, anticuchos, choncholí, etc. Era una delicia pasar por la equina, el olor te atraía y capturado, tenías que comer esas delicias, si o si. El hombre, era bravo,” Parando” la casa, lo demás era de menos. Chocho con sus hijos; especialmente uno de hermosos rulos. Ay como me muero por tener un hijo así. Pero será para la próxima vez, si Dios lo permite.
Con el dinero a cuestas, realizó todos los trámites legales. Y un día le dieron trámite a su pedido. Y empezó la jarana. A buscar el meneaje, los servicios. Todo fue saliendo como estaba programado. Empezaron a llegar los invitados. De pronto la esquina del puesto del Mercado de La Perla, estaba lleno de parroquianos, amigos, curiosos.
El sacerdote, llegó ofició la paraliturgia –ambos, Giancarlo y su padre Manuel-, son devotos de San Martín de Porres y pertenecen a la VIII cuadrilla, que recién se está formando.
Ahora a pasado poco tiempo y ya tiene su clientela. A me olvidaba también cuenta, tiene el servicio Delivery.
Cuando hay decisión, no hay traba que impida realizar sus proyectos un hombre. Tiene la motivación y la energía suficiente suplente, para salir adelante y vencer cualquier dificultad que se le ponga al frente.
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