UNA VIDA EJEMPLAR
Conocí muy bien a una mujer, única, incomparable. No es una mujer cualquiera. Trabajó desde los siete años de edad. Ella pedía, a Dios, vivir, solamente hasta los 50 años; para cumplir con su tarea de ver a sus hijos adultos.
Sus padres se llamaron Luis Gonzaga y su madre María. El amor entre ellos cambió de lugar; me contaron que fue por identificación social, él al llegar a la capital dejó todo su pasado atrás; ella, no fiel a su tierra, se vestía con polleras, chaqchaba su coca, con cal y le gustaba la vida del campo. Ambos de origen andino.
Nuestra personaje de hoy, sufrió la separación de sus padres. Fue un estigma que llevó por siempre en el corazón y en el alma.
De tres años de edad María la envió al distrito de Concepción, provincia de Huancayo, región de Junín. En tren llegaron a la tierra de Catalina Huanca. Ella recordaba que había un cerrito llamado "Huatacanchis", cerca de la casa de su abuela y ahí se daban cita con otras pequeñas de su edad, para jugar, la fantasía infantil, fue su mundo inocente, puro. Hasta los cinco años, dormía con su abuelita, quien la amaba como sólo los abuelos saben amar. El amor de los abuelos es mejor que el amor de los padres. Cuando los abuelos, crían a sus nietos, no cometen lo errores que cometemos todos los padres; ellos primero fueron padres. Aprendió por parte de su abuelita el quechua y el español por parte de su María, como primeras lenguas simultáneamente.
Todo iba muy bien. Hasta que un día me contó ella que los perros aullaban más de acostumbrado. Ella una infante dormía abrazada a su abuelita. De pronto, se acercaron sus tíos y dijeron
Saquen a la chiquita.
Una de las señoras la levanto de entre los cueros de carnero que hacían de colchón y mantas para dormir. Cogiendo un quipe, envolvió a la niña, le dió un beso en la frente. Una lágrima la despertó. Y, ella recuerda que dijeron
- Pobrecita.
Al día siguiente, ya no encontró a su abuelita, la buscaba por todas partes. Preguntaba con su voz inocente ¿Dónde está mi abuelita? En medio de habitación que tenía multiples funciones, vio un cajón grande, de madera. De pronto llegó la noche, algunos visitantes traían velas, coca, cal, cañazo, cigarros "Inka", café, panes. Algunas de las presentes lloraban desconsoladamente.
- De ahí no me recuero más.
Me dijo.
Al día siguiente, llegaba a la estación de tren de Lima de Dasamparados, que queda detrás de Placio de gobierno. María la esperaba. la cogió de la mano y enrrumbaron a surquillo, donde vivía. María, había entablado una nueva relación. casi cuando nuestra biografiada cumplía los ocho años. María le trajo a una compañerita, su hermana, Elsa. María trabajaba como empleada del hogar, en la casa del Dr. Velarde, Juez de Lima. La esposa del Dr Velarde no quería tener una empleada con hijo. Prefería mujeres solteras. Para que se dedicaran exclusivamente a la crianza de los hijos, limpieza y cocinar los alimentos para los patrones.
La pequeña de apenas ocho años, tenía que cargar con su hermana menor y llevar a su hermanita Elsa, tres veces al día; desde urquillo cruzar lo que ahora es la vía expresa y de ahí avanzar tres óvalos. Entonces María, salia y daba de lactar a la bebé. Esto, tenía que ser a escondidas de los patrones, si no la despedían.
De ahí ella, recuerda que se fueron a vivir a una chacra. Con el dinero de su trabajo y el apoyo de su nueva pareja María compró chanchos, cerdos y se dedicaban a eso. Cuando las chanchas tenían crías. María para motivar a quienes la ayudaban, les regalaba un cerdito. Ese animalito, era su futuro capital, para nuestra biografiada y varios muchachos que llegaron a pedir donde vivir y María los recibía, con la condición de que la ayudaran. Efectivamente, los muchachos eran de gran utilidad cuando era época de cosecha. Ellos eran expertos en el "rastrojo", la "rebusca" y como tenían un burro, cargaban varios costales de papa y camote.
En la casa nuestra adolescente, compraba a veinte centavos, cuatro o cinco bonitos, cada uno. Encendía su cocina con leña y en una sartén fría los trozos de bonito, los colocaba en un fuente y en otras dos las colmaba con camotes o papas que había recogido. El almuerzo tenía que estar a las doce del día. Era la hora en que llegaban lo muchachos que trabajaban como peones en el campo. Me contaba que las fuentes de bonito frito, en breves momentos se quedaban vacías. Ella misma hacía su harina de maíz. Con el gran batán que tenían en la puerta de la casa molía el maíz, hasta dejarlo como harina.
Ella quería ir a estudiar y le decía a María
- Mamá, quiero ir a estudiar
No, porque tú quieres aprender a escribir para cartearte con tu enamorado.
La protagonista, recurrió donde su madrina Carlota y ella le preguntó
- Verdad que quieres estudiar. No me mientas. Porque si no mi comadre se va a molestar.
- En verdad madrinita, yo quiero estudiar aprender, después estudiaré un oficio. Yo le voy a enseñar mi libreta cuando la reciba.
Entonces la madrina, iba hasta la chacra y conversaba con María y la convencía para que su ahijada, estudie.
Renegando, María, dejó que su hija fuera al colegio. Así concluyó su primaria, no recuerdo en nombre de la escuela. De ahí se fue a estudiar la secundaria en la GUE Juan Alarco de Dammert. Para esto tenía que cruzar gran distancia, extensiones de cmapo de cultivo. Ella me contó que cuando retornaba a su casa recogía piedras para defenderse de los violadore, que abundaban en la zona por ser campo abierto. Habían violado a algunas chicas desprevenidas. Pero nuestra biografia. sobre sus cuadernos llevaba una cantidad de piedras. Cuando en el camino se le cruzaba un hombre y quería acercársele ella les advertía
- No te me aceques. Mira, aquí llevo piedras, te rompo la cabeza o te mato. Pero a mi no me violas.
Advertido el hombre seguía su camino. Esto le ocurrió algunas veces.
Mñana continúa la historia de esta buena mujer. Porque mañana es su cumpleaños y ahora se encuentra en la inmensidad, con su abuelita, su papá, su mamá y algunos hermanos que le dieron el alcance.
Comentarios
Publicar un comentario