ÉRASE UNA VEZ EN ACAPULCO.

Infiernito Sanador. La importancia de perdonarse a uno mismo.
ÉRASE UNA VEZ EN ACAPULCO.
Sucedió en diciembre de 1989.
No recuerdo muy bien cuál era la situación matrimonial de mi mamá, pero estábamos en casa de los abuelos paternos de mi hermano en Lomas de Cocoyoc por Cuernavaca, y según recuerdo jugábamos de cierta forma a ser familia los 4,
El papá de mi hermano tenía por hermanos 2 hombres y una mujer, misma que era la princesa del reino, casada en segundas nupcias con un Abogado “mega ultra” triunfador el Lic. Pedro, español de los que a fuerza de costumbre acentúan la Z del Martínez, su conducir testosterónico de voz ronca, ceceo y superioridad de conquistador del pueblo indígena. Eran Navidades, cenas con Pavo y Champagne, el Lic. Pedro tenía de sus primeras nupcias a Pedrito, heredero de ego y ceceo, 3 años menor que yo. Nuestro plan pasado el 24 de diciembre era regresar a la ciudad. Su plan, era abordar su nueva camioneta y tomar carretera rumbo Acapulco, para pasar los próximos 10 días al ritmo de calienta el sol, de repente y de buena voluntad el Lic. Pedro, me invitan a su viaje de año nuevo, el plan prometía hasta concierto de Luis Miguel en el Hyatt, por ropa para vestir ni te preocupes hasta bikini yo te presto, decía la hermana.
Y a medida que veía que no reaccionaba, de los ojos le salían manos, con movimientos sutiles y delicados jalaba por una orilla la sabana que me cubría, sentía su respirar, mientras que yo intentaba no despertar, estoy segura que no perdía de vista lo apretado de mis ojos haciéndome la dormida, entre más días de vacaciones y menos reclamo mío fue aumentando el nivel de abuso, el nivel de tocamiento, el nivel de manoseo, llegó hasta zarandear mis pechos mientras que se masturbaba frente a mí con su hijo dormido en la cama contigua. Yo cada vez más paralizada y aguantando; creyendo necesaria mi permisión ausente como parte de pago a las vacaciones, cada mañana lo primero que hacia al mirarme en pie y antes de que si quería se me ocurriera reclamar, decía en la voz más alta y ronca que pudiese, ¿Dormimos bien verdad? asentando con la cabeza, amenazante, en total conocimiento y descaro de lo que pasaba cada noche.
El viaje prometía entre las atracciones, el manoseo, concierto de Luis Miguel y salida a la discoteca más de moda, Cada vez que el Lic se tomaba sus cubas, incidentalmente chocaba conmigo, en donde casualmente o me agarraba por de frente o por detrás, con un perdón, estás bien, limpiaba públicamente su descuido. Al fin la noche Disco: el antro más nuevo de Acapulco, la extravagancia, un vitral de piso a techo dibujaba con luces nocturnas la Bahía de Acapulco, era la primer discoteca que visitaba en mi vida y era espectacular, cascada de fuegos artificiales al dar las doce, junto con todo un show de luces para abrir pista, dentro los asistentes encontré un alumno de las clases de teatro de mi mamá, Yo no quería que la noche terminara y con seguridad de plomo decidí quedarme con la promesa que un amigo conocido me llevaría a casa, el mismo que desapareció a los 10 minutos. Desde niña aprendí a hacer del miedo mi seguridad, eché los hombros para atrás y saqué esa postura de, me las se todas; cuando realmente no tenía la menor idea como regresaría a la casa. Entonces de la nada, aparecieron 3 amigos de mi amigo, me llenaron de halagos, yo no tomaba alcohol, pero la euforia del lugar era suficiente para sentirme reina de la pista, en pleno baile de la reina de corazones, me ofrecieron llevarme a mi casa, ni siquiera lo dude.
No entendí por qué echaban volados para ver a quien le tocaba irse adelante o atrás, a mí me abrieron galantemente la puerta del asiento trasero del conductor y halagada me sentí... cuando realmente lo que sentí fue el perder mi virginidad en el asiento trasero de un amplio coche azul metálico, por turnos entraba uno y salía el otro, entendí que el volado daba el premio al que comenzaba, intentaba decir que NO, estaba asustada, reía aterrada, llorada entre risas, siempre fui alta y aparentaba más edad; pero mi cuerpo era frágil y sentí esa invasión como si rellenaran mi cuerpo con paja a puños metiéndola a golpes, con miembros gigantescos desgarraron lo que quedaba de mí ya desgarrada virginidad; describir a detalle la violación ya no tiene tanto caso, lo que sí, es entender en mi interno ¿Por qué apenas hace unos meses aprendí a decir que no?
Todos estos años me sentí completamente culpable y responsable de lo que me pasó, los justificaba tanto que ni siquiera había pelado esta capa de la cebolla, me creía responsable, blandengue y culpable, uno por el manoseo del Lic en pago al viaje y dos, el haber intentado entre risas nerviosas decir que NO a tres marranos gigantescos, el no haber podido hacer nada mientras que separaban mis piernas, y escuchar sus risas y el -apúrale wey que ya va a amanecer y nos van a ver-, recordar mi vertido manchado de sangre y cómo me dejaron en la puerta de la casa cuando el sol llamaba al amanecer. La culpa es el estrés post traumático del abuso sexual, estrés post traumático que te lleva a una vida sin límites para ti o para con los demás, una vida en donde te sientes culpable de todo y te vuelves permisiva con tal de que no te lastimen, con tal de que no te abandonen, amando desde el miedo, desde la cautela, desde el resguardo con los ojos apretados, esperando que tarde o temprano te lastimen.
En urgencia de soltar el cuerpo, hoy aprendo a decir que NO a poner límites, sabiéndome con la perfecta capacidad de querer o no querer, de necesitar y pedirlo, de poner un límite sin tener gritar, sin tener que pelear con uñas y dientes. Todo este tiempo de una manera u otra me he dejado abusar hasta por mis hijos, y en este reconocimiento de mí. Hoy digo NO desde el fondo de mi corazón y pongo limites amorosos sin gritar, porque cuando uno grita o ríe diciendo que No, es porque estás completamente asustada y no tienes la menor idea de cómo mantenerte firme, porque ni vislumbras siquiera todo lo que puedes crear desde un firme y amoroso limite.
Cada uno de los abusos me hizo reafirmar que mi existir era de uso, el primero me hizo acostumbrarme a callar y vivir en miedo, el segundo a creer que sólo lo que valía en mí, era el sexo y ésta, me marco bien claro, que la culpa era toda mía. Si has sido o eres víctima de un abuso, respírate, abrázate y perdonarte por eso que crees que tú provocaste, esa responsabilidad no es tuya, déjale a los cerdos vivir en la mierda, tú no tuviste la culpa, así como hoy sé, que yo tampoco... Infiernito Sanador
Xose Aguirre no es una denuncia a manera de víctima, es abrir mi corazón, para desde allí, acompañar a quien por la similitud de vivencias. me necesite. Yo también te abrazo.

Comentarios