EL CORONEL ALFONSO UGARTE

Reseña en el día de su onomástico 147, afortunado, honrado, desinteresado y valiente Hombre de bien. 
EL CORONEL ALFONSO UGARTE
Había nacido en Tarapacá en un día 13 de julio del año 1847, el mismo lugar donde en 1797, en tiempos del virrey O'Higgins, nació don Ramón Castilla Marquesado. Alfonso Ugarte Vernal nació en el año que se inicia el auge económico o lo que Jorge Basadre llamó "la prosperidad falaz", porque era más aparente que real. El guano del Perú era por esas épocas insuperable comparado con el recogido en Africa o en la Patagonia que, por lo contrario, eran de ínfima calidad. Tarapacá, tierra de desiertos que por ese entonces tenía una población de mil doscientos habitantes; es un lugar donde las aguas del río del mismo nombre discurren de manera caprichosa y que, al igual que las del Rímac, hablan de forma tormentosa en épocas de lluvia quedando en silencio el resto del año. Cuentan que hasta la víspera de su última batalla, la figura de Castilla estaba presente entre los lugareños. Era "el amigo de todos". Ellos lo recordaban como un hombre campechano y ajeno a los protocolos. Llevaban en su memoria esa curiosa manera que el general tenía de hablar, usando "palabras cortadas".

Alfonso Ugarte heredó riquezas pero también supo crearlas como agricultor, comerciante y como propietario del salitre. Había estudiado en Valparaíso en el Goldfinch y Bluhm, el mejor colegio inglés de instrucción comercial de la zona en el que la "élite de la sociedad porteña era educada". El mismo donde estudiaron Manuel González Prada, Guillermo Billinghurst o Augusto B. Leguía. Al Goldfinch algunos lo llamaban el "Instituto Sudamericano", era una escuela de gran reputación por tener profesores educados en Oxford y Cambridge. Mr. Goldfinch era un inglés "severo e inflexible", mientras que el alemán Bluhm, era más amigable y paternalista. "Era un instituto impecable, comparado con los mejores centros europeos de estudios económicos", escribió Luis Alberto Sánchez. Años más tarde, entre 1861 y 1869, continuó sus estudios en Europa graduándose luego como contador. 

Ugarte, refinado y caballeroso, había iniciado su carrera como servidor público a los veintiún años, al poco tiempo de ocurrido el terrible terremoto que asoló Arica en 1868. Ocho años más tarde, fue alcalde de Iquique. Un alcalde diferente. Un alcalde que se caracterizó por su honestidad que no robó más que el corazón de algunas muchachas. En Iquique se vivían tiempos de paz. Era un lugar de calles y plazas silentes; lo único que rompía la paz y el silencio eran las campanas de la Torre del Reloj que en su arquitectura llevaba un aroma gótico. Era un curioso pero no tan silencioso reloj; un reloj que marcaba los cuartos de hora con una ligera campanada y una pesada campanada cuando daban las horas. Iba a viajar nuevamente al viejo continente por asuntos relacionados a sus negocios y la firma Ugarte - Zeballos y Compañía por él fundada. Sin embargo, no tardaron en escucharse los primeros tambores de guerra. Alfonso Ugarte era el empresario a caballo, el que no rehuía al trabajo duro ni a trabajar en favor de su comunidad y fue así que optó voluntariamente por quedarse en el país. Al momento de tomar la decisión estaba comprometido en matrimonio con su prima, Timotea Vernal, por lo que en el silencio de su habitación optó por escribirle una carta explicándole los motivos por los que había tomado tan dramática decisión: 

"Sé que estas líneas te van a causar mucho dolor, como a mí cuando las he escrito, recordando nuestro inmenso amor y porque nuestro compromiso se ve súbitamente retardado por un tiempo, que ni yo mismo puedo precisar. He decidido servir a mi patria ahora que nace en mayor peligro y cuando el enemigo nos agrede más violentamente [..]".  

Alfonso Ugarte "inició una suscrpción para el sostenimiento de la guerra". Pagó uniformes, "vituallas y acémilas". Toda su fortuna y sin limitaciones la puso al servicio de la patria. Formó de su propio peculio un batallón, el Iquique, formado por sus trabajadores. A pesar que durante la batalla de Tarapacá ocurrida en noviembre de 1879 fue herido por una bala en la cabeza, continuó hasta el fin. Al retornar a Arica cuando concluyó la misma, Ugarte enfermó de paludismo y pese a ello, se negó a viajar a Arequipa para tratarse descartando, además, alejarse de la guerra.  

El historiador peruano Mariano Felipe Paz Soldán en su "Narración Histórica de la Guerra de Chile contra Bolivia y Perú", hizo una de las pocas y más exactas descripciones del morro de Arica: "La ciudad de Arica está defendida por un elevado morro de 168 metros de elevación sobre el nivel del mar, de rocaviva y casi vertical desde su base; por éste lado es casi inaccesible, es un Gibraltar [..]".

Basadre menciona: "Alfonso Ugarte, el millonario de Tarapacá, el joven apacible, se lanzó simbólicamente con su caballo a la inmensidad mucho antes del 7 de junio". Murió cuando estaba a poco más de un mes de cumplir los treitaitrés años.

Alfonso Ugarte dejó un testamento ológrafo que fue abierto en Arequipa, en julio de 1880:

"[..] Declaro que soy cristiano, que profeso y creo en la Religión Católica y que vivo y muero en tal creencia. Si en algo soy injusto aquí; si he olvidado algún deber, suplico a todos me perdonen, pues en los momentos que escribo esto me encuentro apurado y mi ánimo completamente aniquilado al pensar en que puedo desaparecer en esta campaña [..]". Iquique, 6 de noviembre de 1879
FUENTES:
- Peruanos del siglo XIX, Jorge Basadre
- La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón
- Los 150 años de El Comercio, edición de El Comercio/1839-1989 por Héctor López Martínez
- El saqueo olvidado, María Delfina Alvarez Calderón
- Internet, Historia de Alfonso Ugarte
Ana María Malachovski Rebagliati

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