TESTIMONIO - UN VIAJE INCREÍBLE!

Todo retorno puede tener dos efectos. La alegría, recordar momentos hermosos que vivimos con personas y tenemos la dicha de volver a platicar. Por otro lado, llegar al lugar de nuestro natalicio, y darnos con la
ingrata sorpresa de no encontrar a personas con quienes vivimos losañosmaravillosos y que nunca más volveremos a encontrar. 
¡UN VIAJE INCREÍBLE!
Ethel Morales Tello.
El sábado 22 de julio a las 4 de la mañana emprendimos un viaje desde Lima rumbo a la selva 21 persona: 14 adultos, 6 niñas y un niño (el más pequeño), en una caravana con cuatro carros y con el ferviente deseo de tener contacto con la naturaleza y disfrutar de sus bondades.
El carro nuestro iba conducido por mi yerno Alex, mi hija Mildret, mis nietas Arlette, Mia y Abigail. Nuestra primera parada fue en Huánuco, donde almorzamos y disfrutamos unas horas y pude comprar el pan que que tiene una característica especial y única, además de los prestiños (una especie de donas hechas a base de yemas de huevos y harina). 
Tengo que confesar que después que pasamos por Cerro de Pasco, las minas de Atacocha y Huariaca, me embargaba cierta nostalgia porque llegamos al distrito de San Rafael donde estudié segundo y tercer grado de primaria, ya que mi madre fue profesora en esa localidad. En cuarto grado ya fui a estudiar a Huánuco, mientras mis hermanos Roger e Iván se quedarían dos o tres años más en esta localidad. Seguimos avanzando llegamos a la provincia de Ambo y unos km más pasamos por la localidad de Ayancocha, donde trabajó también mi madre, Roger ya estudiaba en Huánuco conmigo y sólo Iván quedaba con mamá. En esa localidad permaneció algunos años, junto a su comadre Laura (maestra abnegada), cuya historia ya les conté hace poco con ocasión del día del maestro. El carro avanzaba y yo miraba por la ventana como pasábamos frente a Tomayquichua, les contaba a mis nietas que ahí viví mi niñez y era el punto de encuentro cada fin de semana con mi madre y hermanos. Hermosa tierra de Micaela Villegas “La Perricholi” y de hermosas mujeres, que derrochan dulzura, frescura, rostros y cuerpos de provincianas finas, pero de carácter y tesón para la lucha increíbles; como no acordarme de mis primeros, inocentes y cristalinos amores, que los recuerdo y los vivo como si fueran ayer.
Siguiente parada Tingo María, que se vislumbra luego de ingresar de la ceja de selva al túnel de Carpish y al salir al otro lado ver cerros de vegetación, indicando que así será todo el trayecto restante, con fabulosos paisajes, con su majestuosa “bella durmiente”, la cueva de las lechuzas, la cueva de las pavas y sus cataratas. Mujeres guapas y hablando con naturalidad las cosas como son, con franqueza absoluta.
Para no hacer larga y tediosa la historia les diré que para mi todo a partir de ahí era desconocido, entonces conocía Aucayacu, Tocache (donde me deleité con un asado de picuro), Juan Jui, pequeñas localidades como Pizana, Bellavista, Carhuapoma, San Hilarión, Caspiza, luego llegamos a Lamas y seguíamos avanzando haciendo paradas para apreciar los paisajes, la blancura de las nubes, el azul del cielo y el verdor de los campos. Atravesamos inmensas extensiones de terrenos llenos de palmas y papayales y así llegamos a la ciudad de Tarapoto, que era nuestro destino. A unos minutos queda el distrito de Morales donde habíamos alquilado una casa con todas sus comodidades y una piscina donde niños y grandes nos refrescábamos del abrazado sol que nos acompañó durante todos los día de nuestra estancia y solo gozamos de la lluvia el 29 de julio, víspera de nuestro retorno.
Visitamos el lago los Sauces conocido también como “la laguna azul”, que tiene 5 km del largo y de ancho 2 km en la parte más amplia y 650 m en la parte más angosta. En una lancha pudimos navegar en este lago y almorzar en uno de los restaurantes que está a orillas de su parte central.  Se disfruto de deportes acuáticos como la moto acuática, los plátanos naúticos y otros deportes interesantes.
Visitamos también Rioja, Urcos y nos atrevimos a ingresar selva adentro caminando durante 1 hora y 45 minutos, en camino de trocha, escaleras que de piedra que teníamos que subir y bajar, cruzamos cuatro ríos (felizmente de bajo nivel, pero muy resbalosos), para finalmente encontrar una catarata. El regreso nos tomó 1 hora 30 minutos y felizmente las fuerzas nos alcanzaron para lograr el objetivo y haber sentido esa satisfacción de llegar a la meta (en esta aventura no participaron los niños más pequeños y la señora Consuelo (mi consuegra), que se quedaron en un restaurante con piscina, que para los niños era lo más divertido y refrescante.
Para mí fue un disfrute no solo de la naturaleza, sino de los potajes que comí como el paiche, la gamitana, la tilapia, la cecina, las costillitas, la cecina con tacacho, los patacones de plátano, el madurito, etc., los refrescos de frutas de la localidad, los helados artesanales y la forma particular de los lugareños siempre amables y orgullosos de sus tesoros.
Gracias a Dios por permitirme este gozo, a mi hija Mildret, su esposo y mis nietas y a todas las personas de la caravana, mis consuegros y familia, ya que fue un viaje inolvidable y espectacular. 
El lunes 31 de julio a eso de las 7 de la noche arribamos a Lima, que con su atmósfera gris impide ver lo extraordinario del firmamento, la puesta del sol y el atardecer provinciano que es digno de una pintura, de esperanza o de una melancolía casi seductora.

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