Un punto de vista muy particular de lo que es escribir. Da a entender de que cualquier persona, no escribe.
PARA ESCRIBIR.
Para escribir un solo verso, debes haber leído abundante. Visitado muchas ciudades. Conocido personas y muchas cosas. Conocer animales, sentir volar a los pájaros. Y conocer el movimiento que hacen las pequeñas flores cuando se abren todas las mañanas. Esa es una opinión muy interesante. Pero también se debe conocer el idioma, en que se pretende escribir.
Debes ser capaz de replantear caminos en lugares desconocidos. Encuentros, que sucedieron, tan inesperados. Partidas de personas que pudiste ver acercarse durante mucho tiempo. Los días de infancia cuyo misterio aún no han sido resuelto. Padres a quienes tuviste que fruncir el ceño, cuando te traían alegría y no las entendías. Enfermedades de la infancia que comenzaron tanta singularidad.
Por tantas transformaciones, que se sucedieron profundas y serias. Días pasados en habitaciones tranquilas y contenidas. Mañanas junto al mar que conoces y a otros mares, de los cuales solo haz escuchado sus nombres. Noches de viaje que temblaron muy alto y volaron con todas las estrellas, y saber todo esto no es suficiente.
Debes tener recuerdos de muchas noches de amor, ninguna de las cuales fue como la otra. De mujeres gritando de dolor al traer una vida al mundo. Y de luces blancas durmiendo, en el parto, que se iban cerrando.
Debes haber estado entre los muertos. Sentado entre los muertos, en una habitación, con la ventana abierta. Y los ruidos que venían de los golpes.
Y ni siquiera es suficiente tener recuerdos. Debes saber cómo olvidarlos cuando son numerosos. Y debes tener una gran paciencia para esperar a que regresen. Porque los recuerdos no son eso aún.
Los recuerdos se convierten en, sangre, mirada, gesto, cuando son sin nombre. Y se distinguen de nosotros, solo entonces puede suceder que en una hora y muy rara, la primera palabra de un verso se eleve de entre ellos. Ahí, recién puedes escribir un verso.
Rainer Maria Rilke.
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