Incursionar en los haikus parecería una labor sencilla, sin embargo, en la brevedad del poema hay toda una síntesis de resumido instante que nutre la pluma del haijin. Podemos imaginar la escena, el acto, el momento que el poeta pinta en lienzo de palabras y deleitarnos sin ser necesario de recursos visuales.
Bellos poemas, genuinos e inspiradores. Marianne Tsumat
LOS LUNES CON LUCHO
EL MUNDO LILIPUTIENSE DE LOS HAIKUS
Los llamados haikus de origen y trascendencia japonesa, cumplen a cabalidad el acerto de que el buen perfume se aloja en frasco pequeño. Su portaestandarte es Matsuo Basho. Su mundo fue el de la cocina: a la par que condimentaba guisos, gestaba sus particulares pinceladas poéticas.
La composición del haiku solo admite 17 sílabas, divididas en tres versos (5-7-5). Se trata de capturar, en la concisión del escrito (inmersa, por lo general, en la naturaleza) una emoción que logró alterar nuestros sentidos.
La tiranía del espacio impide mayor abundamiento; pero con atrevimiento, Los lunes con Lucho se manda de hacha y ha pergeñado algunos posibles haikusitos; pero, eso sí, haciendo añicos algunas reglas de las que me excuso a priori.
He introducido un texto explicativo de la génesis de su creación. Sabemos que cada quien valora los versos según su leal saber y entender, puede decir, esto me gusta, aquello no.
Aquí van diez de ellos. Pido benevolencia.
1.- A veces los letraheridos desaciertan el tiro ante un texto. Su innata percepción, luego de un decoroso silencio, viene en auxilio: miran, huelen, palpan, oyen y gustan. Con estos instrumentos que les son connaturales, cogen las variables de la realidad mudándola en ficción. Buscan fascinar al lector, ¿Cómo lo logran?:
Los sentidos nos
dan la verdad, el alma
las embellece.
2.- Amo aquellos campos llenos de copiosa vegetación. Estoy observando en lejana tarde otoñal, a una despreocupada doncella caminando en libre albedrío por los estrechos surcos de esa plantación. Está despojada de sus sandalias, un ligero airecillo bambolea la floresta existente:
está acariciando los diminutos pies desnudos de la manceba. Así lo rememoro:
Anda descalza
palpada por las espigas
en días de viento.
3.- Confieso que soy un pertinaz bon vivant. He desterrado toda la lobreguez que, de tanto en tanto, se cernía sobre mi vida. Y si la fatalidad envuelta en sombras asomaba, prevaleció lo mustio muy poco tiempo. Luego sigo coloreando mi existir; por eso:
Va la tristeza
buscando aposento.
Huyo de prisa.
4.- Caminaba por la orilla del mar barranquino, te vi venir. Platicabas con los remansos de las olas en el estío de la tarde. Pasaste por breves segundos cerca de mí. Nuestras miradas se encontraron, ¿caminabas o flotabas? Unos metros después giraste tu rostro hecho flor, llevaste tus dos manitas a tus labios, y:
Volaron besos
de tus labios pequeños.
¡Los atrape!
5.- Un osado buceador sucumbe ante un océano embravecido. La noticia fue lastimera. El mar azul sufrió una confusión: lo supuso uno de los hijos de Poseidón, su dios, lo arraigó; envió a una espumosa ola quien lo envolvió delicadamente, perdiéndose en la profundidad con él, conjeturé que:
El mar oculta
sobre lecho de algas
al hombre rana.
6.- Hagamos de cuenta que estoy contemplando arrobado, un claro cielo serrano de un día "del cual tengo ya el recuerdo". Súbitamente, bañada toda de noche, un ave cruza el espacio. Está atenazando con sus zarpas algo que por los movimientos convulsos de la presa atrapada, se diría vivo, cavilo:
Entre sus garras
lleva maná al nidal.
Ya se oye el piar.
7.- Voy recorriendo alegre -es noche de plenilunio- observando los destellos de luz que se filtran por los copiosos árboles. Esperaré el alba. La quietud reina. De improviso, se ensordece el ambiente. Una orquestación de grillos hace vibrar al tiempo. Huyo despavorido, esta es mi queja:
Contra los grillos
denosta el andante
buscador de paz.
8.- Visito los parques en gloriosos días de sol. Observo perplejo las hojas irisadas y las ramas con sus savias florecidas que orgullosas despiden sus aromas. Me conduelo de ellas. En especial de una rosa carmesí que destaca por su beldad, la recrimino con voz tremulante:
Por vanidad
de ser bella flor, pronto
perecerás
9.- Zaherido por penas de amor, le escribí una lapidaria carta a la dueña de mis ensueños. Se la envié. Ya en mi jardín medité sobre mi malsano arrebato. Un diminuto colibrí, de plumaje verde esmeralda libaba levitando el néctar de una lavanda. Me acerqué cauteloso y le musité:
Detén picaflor
esa hosca carta mía
lleva puñales.
10.- Acúsome de mostrar temor ante los indetenibles balbuceos del tiempo, son muchas las preguntas que nos saetean. No logro hallar respuestas; en tanto, mi piel sigue marchitándose. Con la silenciosa noche entablo un monólogo, son testigos los parpadeos de abundantes estrellas, las entero que tengo:
Los sueños truncos
las visiones borrosas.
Vino la vejez.
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