No es nada nuevo su presencia. Si el inmenso placer del disfrute de su basta producción. Es una gran congoja, que una editorial. No se haya dado una vuelta por estos lares. Vamos queridos lectores digamos a una sola voz, aquí está el señor Luis Manuel Lòpez Farfàn ESCRITOR. Aquellos que se vanaglorian de poetas y escritores. No son nada más que conatos de aprendices. Como este, vuestro, seguro servidor.
LOS LUNES CON LUCHO
SOLO TU SONRISA
Ellas se encuentran ajenas a esas taladradoras miradas que los émulos de Juan Tenorio le endilgan solapadamente.
Sin pizca de dudas nuestras damiselas están bañadas de resplandor.
Y más allá, lejos, lejísimos años luz, cerca de la Constelación Alfa Centauri existen (no me lo van a creer) silenciosos admiradores de nuestras escultóricas féminas.
Son seres semi alados, poseen fantásticas visiones bidimensionales; atributos sensoriales capaces de captar presagios y poderes ocultos en las llamadas terrícolas.
En especial de una de ellas.
Amigos, de esto se trata el corto relato que va más adelante. Entre tanto lo borroneaba, no cesaba de estar alegre. Me decía, ¿por qué creamos historias que rozan lo inverosímil? ¿y, a los poetas que nos alimentan el espíritu, qué los impele?
Las ideas se pasean orondas por la masa encefálica, están pidiendo a gritos luz: hay que proveerse de lapicero, papel blanco o de un ordenador para transcribirlas.
Hay que perseverar en la escritura hasta encontrar su propia voz, su propio latido, aquella que lo identificará.
La autobiografía es un filón. En la memoria existe harta información aprovechable.
O, cuentos. Imagínate uno que arranque así: "Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana, después de un sueño intranquilo, se encontró convertido en un monstruoso insecto".
Un lector inavisado dirá, este señor se loqueó. Pero, no. Es literatura en una de sus acepciones.
La narración, ustedes la conocen, tiene de título "La metamorfosis" y la escribió Kafka. Este inicio abrió las puertas de par en par a los ficcionadores que llegaron luego.
En literatura, reitero, la imaginación es la proveedora de los argumentos.
Esta petit historia está dedicada a ti, bella mujer que me lees, se te admira y como te gana la modestia, desconoces tus naturales encantos.
POR UN SONRISA UN CIELO
Estamos frente a ti pese a la inmensurable lejanía que nos separa. Te observamos llenecitos de paciencia.
Existimos en la Constelación Alfa Centauri, en el supercúmulo Boss, poseemos a nuestro albedrío, ochocientos treinta galaxias.
Somos, según hemos constatado -lo dicen sus sabios-, su última esperanza de vida. Pese a que todavía no logran avisorarnos a plenitud. Eso tardará siglos.
La superficie que nos alberga está próxima a sucumbir, nos lo aseguran las predicciones de los patriarcas; interconectamos con ellos, a la manera en que lo hacen sus redes neuronales en sus cerebros.
Hay una solución para evitar el desplome de nuestro frágil hábitat: una virtuosa de sus mujeres tiene el alivio.
Conocemos que es descendiente de un ancestral linaje, proviene de planos superiores de conciencia. Vive en esa esfera azulada suspendida sobre la nada, al lado de una estrella rutilante que la sustenta y una Luna portadora de luz.
Los ceremoniales ofrendados en su nombre es nuestra fuente momentánea de consolación.
Te llamamos en coro: ¡Sulamita!
Esperamos que ese corazón, de monocorde latido; junto a su mirada creadora de auroras lucientes y manos empeñadas en dar conciertos a las estrellas, se amalgamen, y mirando hacia la apartada sección septentrional donde palpitamos, ¡nos prodigue una sonrisa!
Si así sucediera, todos los malos presagios sucumbirán, en pago a ello, te prometemos:
* Explicarte el origen de los sueños y hacerlos realidad.
* Responder sin vacilación a ¿qué es la vida?
* Vertebrar con grises eslabones el cadencioso tiempo y revertirlo.
* Precisar la cuantía de las galaxias y cómo aprovechar los fotones para llegar a ellos.
* A complotar con los vivos sobre los capullos en flor, entregándoles la palabra exacta para crear el aroma de las rosas.
* A enterarlos qué causó el Big Bang, dando así origen a la dispersión de galaxias y creación del universo.
Todo esto, Sulamita, es tuyo; repito, requerimos
tan solo ¡Una sonrisa!
Clávanos tus dos fragmentadas díademas que tienes por ojos. Sabemos que la palabra es creadora de mundos; para nosotros, solo tu sonrisa mitigará y nos hará vivir esta primera eternidad.
En el entre tanto, la nombrada Sulamita con el gesto grave y la mirada desdeñosa, está observando el firmamento desde su amplio ventanal frente al mar.
Ha notado que en el lado norte donde confluyen las constelaciones, una luz reverbera con inusual intensidad.
Está deslizando con taciturno vaivén el multicolor cepillo sobre su castaña cabellera.
¿Qué sucede? Sus inmaculados ojos claros han estado lagrimeando adquiriendo un tono rojizo.
Se le nota conturbada. Hace unos instantes un fortísimo golpe al cerrarse la puerta de su recámara, adherida a palabras crueles del hombre amado, la ha demolido.
El ¡Adiós para siempre! , gritado con odio por quien fuera su razón de vivir, la terminó de devastar.
Mirando el espacio norte donde aún reverbera la luz, la Sulamita grita con desesperación:
¡Jamás volveré a sonreír!
Y cosa extraña, en la inmensidad del Cosmos pareciera que esa estrella titilante se esfumara: como que se apagaron sus destellos.
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