CRÍTICAS A LA CÁRCEL DE BUKELE

Siempre existirán críticas a todas las obras que realice el ejecutivo de un país. Bukele, no puede ser la excepción

CRITICAS A LA DE LA CÁRCEL DE BUKELE

En Tecoluca, el bloqueo se extiende al menos 1,5 km desde los muros perimetrales de la megacárcel. A unos 200 m es imposible realizar una llamada o conectarse a internet.

El agua, el recurso más valioso

"Aquí no es fácil vivir", dice Celina, una residente de la Vía del Tren que prepara su almuerzo en un pequeño fogón en el suelo: dos pescadetas fritas. "Aquí solo estamos los que tenemos necesidad", lamenta.


En la Vía jamás hubo agua potable o energía eléctrica. Comprar cinco barriles de agua cuesta 10dólares, o lo que es equivalente, varios días de trabajo. Rara vez se utiliza para algo más que el consumo o la comida y aún así dura poco: a las familias pequeñas, siete días. A las familias grandes, tres o cuatro.


Aseguran que la alcaldía local hace mucho que dejó de enviar al lugar pipas con agua gratis. La razón fue que el árido terreno rompía los neumáticos de los camiones. Ahora, el agua la venden los dueños de un pozo. Es decir en El Salvador, existen dueños de un bien natural.


Para abastecer la megacárcel se perforaron tres pozos, relata Ignacio, un hombre que trabajó en la cuadrilla de lugareños que dio mantenimiento a la maquinaria de perforación.


"En estas cuestiones del gobierno, uno no puede hacer nada. Es solo aguantar. Uno no se puede oponer", dice sin dejar de trabajar en su plantación de maíz bajo un sol ardiente.


El hombre asegura que la perforación de los pozos tomó varios meses y fue testigo de cómo los desechos -barro mezclado con combustible y aceite hidráulico- se descargaron en el afluente del río, un pequeño riachuelo que atraviesa el cantón San Francisco Angulo, a menos de 1 km de la Vía del Tren.


Ese río es la única fuente de agua sin costo para las comunidades de la zona. Ignacio recuerda que las aguas contaminadas fluyeron río abajo por varias semanas. "Lloviera o no lloviera, ese río iba crecido de lodo que olía a diésel", coincide Lucía, quien vive no muy lejos de donde trabaja Ignacio.

Texto y foto recogidos delm internet

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