No debe sorprendernos, la capacidad y calidad del buen Luis Manuel. Más bien es un regocijo, disfrutar de sus bondades de su amplio bagaje cultural.
El sétimo arte está tan ligado a la literatura, que encontramos muchos autores, famosos, cuyas obras han sido adaptadas y llevadas a la celuloide.
Quien más indicado que nuestro, buen, Luis Manuel que nos guie en tanta precisión y exquisito gusto. Para disfrutar de tantas y reconocidas obras en el mundo mágico del cine.
LOS LUNES CON LUCHO
LAS PELÍCULAS DE MI VIDA (Primera parte).
Así me recriminaba al tratar de buscar dentro de mí, el porqué de mi afición al cine (y a los libros, claro), el cuándo se originó el punto de quiebre, que dio origen a mi afición por este arte o placer de los ojos y de los sentidos o séptimo arte.
Y aparece la figura todavía enhiesta, cuasi atlética de Ildefonso, mi padre, que una soleada tarde de verano le dice a Herminia, mi madre —oye cocinerita (su trato cariñoso), en el "Cine Ópera" están dando La tragedia de Mayerling, con Charles Boyer, me gusta verlo actuar, vamos— Ella responde (ha visto en mi rostro una súplica callada, diciéndole, llévenme), —hay que ir con Lucho, el boletero es tu amigo y lo dejará pasar.—
Los lunes de matinée era su día de cine para ellos y de contento para mí. Al regresar a casa, comentaban sus pareceres, lo que más les agradó o disgustó. Ildefonso hablaba, Herminia escuchaba y replicaba. Sus simples juicios, por lo común, coincidían.
El cine estaba ubicado a la altura de la cuadra once de la avenida general Garzón, en Jesús María, a cuatro escasas cuadras de mi casa. Bien apoltronado en mi asiento, al lado de mis padres, observaba al gentío que buscaba ubicación; de improviso, se apagaron las luces: la pantalla cobró vida, refulgió.
El nombre del director y del productor aparecieron, así como el título de la película, aunado a una cantidad inagotable de nombres, con música tenue de fondo: destacaban un conjunto polifónico de violines y una que otra tonalidad que fui incapaz de reconocer.
Charles Boyer, el ídolo de Ildefonso, era un suntuoso príncipe en la corte vienesa. Era el hijo de la familia real. Lleva una vida apacible al lado de su esposa. En un baile conoce a una joven cautivadora, baronesa de un reinado extranjero. El flechazo fue instantáneo. Se juran amor. Lo mantienen en secreto. Hasta que llega a los oídos del rey quien lo conmina a terminar ese romance.
Ante la imposibilidad de continuar sus amores, una noche se encierran en su alcoba. Se escucha el estrépito de disparos, luego, silencio total. Derriban la puerta. Dos ensangrentados cadáveres yacían en la alcoba. Al príncipe, lo sacan ocultamente; en días posteriores tendrá un suntuoso entierro. A la bella baronesa la envían en caja mortuoria, a su país.
En esta parte, al final del filme, yo era un mar de llanto. Herminia, al verme así, me dice: —no seas zonzo, es una película, no es verdad.—
Y desde esa época , tengo esta malhadada costumbre: transformar las historias yacentes en películas o libros, como genuinas verdades. No transijo en esto. Mi ancestral debilidad.
Ese memorable día, al regresar a casa yo era el más preguntón. Mi padre observaba mi locuacidad y muy pausadamente respondía: —Lucho, el cine es un arte y los actores interpretan una historia que pudo haber sido real, como es el caso de esta película, o todo es pura ficción. Me gusta este artista francés por su manera de entregarse a sus personajes. ¿Te fijaste en sus gestos y ademanes? Todo tan natural.— Y mi madre terciaba: —a mí no me gustó el final, porqué tenían que llegar a esos extremos.—
Esa noche daba vueltas en mi cama. Una alegría que no alcanzaba a distinguir me sobresaltaba. Los rostros de los protagonistas, los fastuosos palacios, la rica vestimenta, el drama cruento de los amantes, copaban mi mente y ausentaban mi sueño.
Ese fue mi empezar. (Continuará).
Va de yapita, una composición. De pronto, alguien recuerda a un gran amor perdido. Podríamos decirlo así:
BREVEDAD DE UNA LÁGRIMA
Descubrí de improviso
tu imagen
yacía perdida.
¿Recuerdas aquella
borrascosa noche?
Impávido, desde aquel día,
trepidó mi corazón
hasta su total
inanición
y agonía.
¿Por qué en esta
mustia tarde
arrebolada por
un otoño displicente,
en los instantes
en que el tedio
se bifurca, formando
grotescas enredaderas,
tu recuerdo
reverbera
en mí?
¿Por qué si está
disipado
volatilizado
de mi pensamiento
tu arcangélico rostro,
ayer locura pasional
cenizas hoy,
te presentas
queda, leve,
con el dulce
embeleso
del ensueño,
y me revives?
YAPITA II: ( ABRIR FOTOS)
Comentarios
Publicar un comentario