¡AY MAMITA, LOS CELOS!

LOS LUNES CON LUCHO
¡AY MAMITA, LOS CELOS!
Luis Manuel Lòpez Farfàn
Estoy en la hora del conticinio (momento de la noche en que cunde el silencio y aun sigo alegre). La razón de ello son ustedes amigos de aquí y acullá. Me acompañaron en los Lunes y Jueves con Lucho con sus sagaces opiniones sobre los temas tratados: el imperecedero Vallejo, así como las vertidas opiniones acerca de los poemarios de Ken, Adam, Fred, Leonardo y Miguel. El mejor homenaje a tanto talento creativo es leerlos.
¡AY MAMITA, LOS CELOS!
Nos traspasamos de incertidumbre las veces que viajando al laberinto o caos del pensamiento reflexionamos sobre, ¿soy celoso (a)? Cada quien cobija su propia respuesta oscilante entre: miedo, inseguridad, sospecha, carácter, mentira; aunque la duda, se lleva las palmas.
Pienso en un diálogo muy hermoso de Raymond Carver, en uno de sus cuentos: "¿Y conseguiste lo que querías en esta vida?" Lo conseguí, ¿ y qué querías? Considerarme amado, sentirme amado".
Shakespeare hace representar en su reconocido drama, "Otelo" al epítome de los celos enfermizos. Todos recordamos la muerte de la fiel Desdémona, instigada por Yago y ejecutada por Otelo. De allí se volvió lugar común llamar a los que sufren de esta inquietud, otelos.
La neurociencia ha clasificado con holgura sus variantes que van desde lo tolerable hasta aquellas que derivan en patologías. De las manos de Freund, Adler, y Jung psicoanalistas de élite, nos enteramos de sus enconados esfuerzos tratando de hallar correctivos para aquello que antropológicamente es inherente al Homo sapiens: comportamiento anómalo en la convivencia de parejas.
En las incuantificables obras literarias que tienen como telón de fondo los celos, constatamos pavorosos cuadros cruentos: no son otra cosa que calcos de nuestra realidad. Como si la inquietante duda sobrepasara a la certeza mutando en sibilina araña que va tejiendo implacable su red.
Más próximos a nosotros y machacados obstinadamente, se encuentran latentes en las letras de las canciones de corte popular y aún las del bell canto.
Las deslazo de mi memoria y se las recuerdo; tarareen conmigo: "Siento celos, es seguro que son celos, el amor es más tranquilo, tan tranquilo como un beso..." (Camilo Sesto); "Celos de tus ojos cuando miras a otra chica, tengo celos, celos, celos de tus manos cuando abrazas a otra chica..."(Daniela Romo); "Es medianoche ya el tiempo se me va, como se equivocó mi corazón, si ahora ya no duermo es porque, porque estoy celoso, celoso, celoso.."(Roberto Luti); "Sin tu amor, los celos me consumen y el temor no me deja dormir, dime tú que hago vida mía, sin tu amor yo voy a enloquecer ..."(Marco Antonio Muñíz).
Y Juan Diego Flórez y Plácido Domingo, portento y portentoso, unen sus voces para entregarnos en "Otelo" de Rossini, el aria "Ah vieni, net tuo sangue" Ahí, viene en tu sangre. Al oír sus tronantes voces penetramos a una dimensión infinita; alli quedamos cautivos, traspasados de tiempos y momentos: éxtasis, ataraxía, ensimismamiento.
¡Ah, los celos! Ese mal aire que exhalamos.
Aquellas personas que hacen hábito de ella y su reacción emocional rebasa los límites permisivos de la buena armonía, padecen de celotipia.
Nos sabemos celosos. Unos más que otros. La sospecha de que nuestra Julieta o tu Romeo preste atención a galanteos ajenos, genera incomodidad. Podríamos abundar sobre sus "bondades" o sus "maldades"; pero lo dejamos ahí.
Pensando en alguna analogía para enmarcar unos versos sobre los celos, ocurrióseme que podría ser con la araña. Va pues amigos el intento; ofreciéndoles mis disculpas a mis amistades poéticas, por introducirme a predios no propios.
LA ARAÑA Y LOS CELOS
La descolorida araña entreteje con paciencia
delicados arabescos y sutiles encajes,
los viste con esplendor, son extraños sus ropajes
arte simétrico heredado de añeja ciencia.
Se mueve tácticamente, lo guía un pensamiento:
atrapar en su telaraña apetitosos visitantes;
incrusta sus uñas ganchudas a víctimas inocentes
devorando ávida, con fruición, su sustento.
Así, la mujer y el hombre que están lacerados,
pulverizados en sus mundos interiores,
al creer vislumbrar sospechosos e impropios amores
van tejiendo, hilo a hilo, su ponzoña, conturbados.
Sus miradas, antes plácidas, se van haciendo hoscas,
ingresan al inasible mundo de los celos:
¡la reinante noche y los estrellados cielos,
son cómplices! gritan con palabras toscas.
De ser dos nubes albas en mielado vuelo
hoy se dispersan; el amenazante ojo del tifón
los está arrastrando; no saben quien es el bufón
que los incrimina, ¿será un corazón lleno de recelo?
Los celos, como las alimañas, buscan asociarse,
carcomen vidas deleitosas, llevan acaso
esa malhadada herencia que desliza al fracaso.
Esfumémosla, el secreto: en los brazos refugiarse.

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