CARTAS DE AMOR DE POETAS Y ESCRITORES

LUNES CON LUCHO
CARTAS DE AMOR DE POETAS Y ESCRITORES
¿Se imaginan hurgar las cartas de amor de poetas y escritores de esclarecida fama? Es una atracción que no se puede soslayar. Enterarnos de sus reales penas, de sus ocultas cuitas amorosas, nos enternece. "Quien dijo amor mejor diga veneno, que por su culpa muero". En su obra "Los papeles de Aspern" (búsquenlo) de Henry James, se narra las peripecias que sortea un crítico literario por obtener las cartas de amor de un grande poeta ya extinto, escritas a su musa Juliana que las conserva celosamente. Es una novela cortita. La leerán de un tirón.
En mis agendas tengo una buena cantidad de estas cartas románticas extraídas de libros, internet y otros. Se las comparto simplificadas.
NAPOLEÓN A JOSEFINA: "Me despierto lleno de ti. Tu retrato y el recuerdo de la embriagadora velada de anoche no han permitido que mis sentidos descansen. ¡Dulce e incomparable Josefina, que extraño efecto causáis a mi corazón...".
DALÍ A GALA: "...Si pudiera estrecharte entre mis brazos volvería a ser el que he sido para ti en algunos momentos. Te adoro, solo tú existes desde toda la eternidad".
BALZAC A SU NOVIA: "Estoy loco por ti: no puedo unir dos ideas sin que tú te interpongas entre ellas. Yo no puedo pensar en nada diferente sin ti. Te agarro, te beso, te acaricio, mil de las más amorosas caricias se apoderan de mí".
HAWTHORNE A SU NOVIA: Me gustaría tener el don de hacer rimas, porque me parece hay poesía en mi cabeza y en mi corazón desde que estoy enamorado de ti. Tú eres un poema una especie de balada dulce, simple, alegre".
KAHLO A RIVERA: "Mi amor hoy me acordé de ti, aunque no lo mereces. Tengo que reconocer que te amo. Mi Diego del alma, recuerda que siempre te amarè, aunque no estés a mi lado. Tu ausencia me mata...".
CORTÁZAR A EDITH: No se si se acuerda todavía del largo, flaco feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por Paris, para ir a escuchar a Bach en la sala del conservatorio...".
FLAUBERT A SU NOVIA: la próxima vez que te vea te cubriré con amor, con caricias, con éxtasis. Te atiborraré con todas las alegrías de la carne, de tal forma que te desmayes. Quiero que te sientas maravillada conmigo...".
PLATÓN A ASTER: "Cuando tu considerabas los astros yo quisiera ser el cielo para verte con tantos ojos como hay de estrellas". "Querido Dion con cuanto amor abrazas mi corazón". "Agaton, cuando te cubría de besos, mi alma toda entera estaba en mis labios dispuesta a volar".
HUGO A ADELE: "Me he estado preguntando si tal felicidad no es un sueño. Me parece que lo que siento no es terrenal. Todavía no logro comprender este cielo sin nubes. Toda mi alma es tuya".
JOYCE A NORA: Como tiene alto contenido "pasional", si desean, búsquenla.
Amigos: Para estar a tono con el tema, y recordando a Darío que nos dice: "Quién que Es no es romántico, aquel que no sepa de beso y de cántico que se ahorque, será lo mejor"; y, eludiendo la soga, me lanzo con esta historia.
Hace pocas semanas recibí un mensaje por este medio. Desde entonces deambulo meditativo. Se las transcribo:
He aquí la historia. He aquí la carta:
"Estoy postrada en un hospital, con pocas esperanzas de vida. Me entretengo con el internet. Al ver la foto en su perfil recordé un gratísimo episodio de mi juventud. No sé si será usted. Le encuentro parecido. Lo vi una sola vez. Fue una muy lejana tarde en una playa de Barranco. Al observarlo sufrí un estremecimiento y hasta me atreví, a pesar de mi recato, a enviarle un beso. Fue la única ilusión de juventud que perdura en mi recuerdo. Qué hermoso hubiera sido encontrarnos, caminar enlazadas las manos, tomar café, observarlo y perderme en su mirada. Hasta nombre le puse, le decía "mi solcito". Si no es usted, discúlpeme. Y si es, mi amistad lo espera. Princesa".
Extremadamente alborozado, le respondí.
¡Sí, soy yo!
Y no hubo respuesta. Aún hoy, ya pasado buen tiempo vibra la ilusión de que algún día, sus manos, siempre pétalos de rosa, acaricien mi rostro y yo el suyo. Esta carta "que sin alas vuela", es mi esperanza.
CARTA DE AMOR CON MEDIO SIGLO DE RETRASO.
"Toda mi vida te estuve esperando. Te buscaba en la brumosa opacidad de mis sueños. Allí estabas. Hasta te inventé un nombre. Lo deletreaba en cada suave brisa o en los exaltados plenilunios o en los sonorosos ropajes de alabastro o en los purpurinos atardeceres.
Fue en aquella tarde estival de lejanos años que andaba por playas barranquinas, en compañía del tedio y del desconsuelo por penas de amor, donde te divisé. Eras más bella que en mis sueños. De vivir en penumbras, de pronto encontré la luz. Estabas observando el mar. Me dio la impresión que deseabas alcanzar con la mirada, uno de los colores del arco iris que, inclinándose, te saludaban.
Los murmurantes oleajes del llegado pleamar te embestían y empapaban de espumas la flor de loto que eran tus diminutos pies.
Las frías aguas al tocarte --supuse-- se entibiaban; unas tiernas olas bailoteaban juguetonas a tu alrededor.
Supe que eras tú.
Y recordé a Ulises en su regreso a Ítaca. Estaba amarrado férreamente en su nave para oír el embrujado canto de la amorosa sirena. Le habían contado osados navegantes de barbas grises, que no existía armonía celestial ni coro de ángeles que puedan compararse con sus cantos.
Estas moradoras de los mitológicos océanos se llevaban con su influjo sonoro a tripulaciones enteras. El mar siempre embravecido (porque sus olas no podían besar la tierra), los devoraba.
Odiseo, que se encontraba en éxtasis al llegarle el sublimado llamado, pugnó por romper las toscas lianas. Un fuego abrasador, como si estuviera en una pira, lo consumía. Deseaba apagar esos cantos con sus besos: cambiar cantos por besos.
Yo cual moderno y redivivo Ulises y profanando mis cautelas, incitados mis sentidos, me desamarré. Y me acerqué hacia ti. Como va la mariposa en la negrura, buscando el fuego mortal.
Tu timidez era envolvente. Estabas en actitud contemplativa, quizás buscando nostalgias errantes en la crepuscular caída de la tarde.
¡Y me viste!
Y tal un espejo pude retratarme en el cristal brilloso de tus pupilas.
Fueron perpetuos segundos. "Dile al instante que pasa...¡detente! , eres tan hermoso".
Tuviste una actitud digna ante el desconocido. Me eludiste. Volviste a enseñorear al océano con tu mirada.
No te calculé más de veintidós años de edad. Cabello castaño claro alborotado por la tenue brisa, labios peligrosamente abultados propios para la tentación; claro, limpio el rostro, prefiguré el titulo de la película de Buñuel, "Bella de día".
¿Y tus ojos? ¡Dios mío, tus ojos! Eran una amalgama volcada al marrón: páramo de luces que transparentaban sosiego.
Yo era una estatua de sal. Mudo, extático, petrificado. Había descorrido el tupido velo o las celosías de mis ensoñaciones y por arte de magia (no tengo otra palabra) el destino, la casualidad o la causalidad, te ponía enfrente de mí.
A esa hora dorada al presentir tu pronta lejanía, el mar, ya enamorado de ti, acrecentaba sus oleajes que no eran otra cosa que continuos sollozos.
"Principessa, nos vamos". Tu madre te llamaba. Una mujer de belleza aún inmarchita, calco de la hija, alegre su sonrisa, grácil andar se acercó con una desplegada manta y te cubrió. Al verlas juntas me dio la impresión que se habían fugado de una pintura gótica.
Estando a breves pasos de ustedes, observaba la escena. Yo tenía unos pocos años más que tú y llevaba un mundo de poesía apretujado dentro de mí pidiendo luz. ¿Se puede buscar sinfonías verbales en pleno arrobamiento?.
Las miraba alejarse. Continuaba atónito. Antes de subir al automóvil que las aguardaba, en un inenarrable acto, volteaste a mirarme. Y esta vez tu manita, hecha de pétalos de rosas, me dijo adiós. Y lo magistral siguió...¡Me lanzaste un beso!.
Mi existencia toda se concentró en ese solo instante. "Hoy la tierra y los cielos me sonríen, hoy llega a mi alma el Sol, hoy la he visto, la he visto y me ha mirado...¡Hoy creo en Dios!".
Los perfumistas saben que la azucena, flor multicolor, durante su plena lozanía despide un olor casi imperceptible; en contraste, cuando está marchita y a punto de extinguirse, exhala deleitoso aroma.
Pues bien, este es el perfume que te entrego en esta tardía carta. He vivido en angustiosa reclusión sentimental desde que, como estrella fugaz, te contemplé. Solcito".

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