PIERO SOLARI (+): EL DIVO QUE HABLABA DE DANTE ALIGHIERI

LOS JUEVES CON LUCHO

PIERO SOLARI (+): EL DIVO QUE HABLABA DE DANTE ALIGHIERI

Un gran amigo, César Pompeyo Gamero, en su comentario sobre Juan Diego Flórez, recuerda que, decenios atrás, yo lo enteraba de mi amistad con Piero Solari, De ello, brotaron estas añoranzas.

PIERO SOLARI: EL DIVO QUE HABLABA DE DANTE ALIGHIERI

Por la década de los ochenta era asiduo visitante a los diarios de Lima. Fungía como publicista independiente. Llevaba avisos de mis clientes para su publicación. En una de esas, recalo en El Comercio. Su amplia sala de recibo, con pisos de lustrosas mayólicas, estaba colmado. Ubico una de las mesas puestas exprofeso para llenar formularios.

Ducho en estas lides empecé a escribir mis requerimientos. Abstraído, no percibí quien era la persona que estaba junto a mí. Al hacerlo, un atildado caballero de tez blanca, alto, enfundado en agrandados anteojos de carey marrones, amplia frente, cabello entrecano, me estaba observando. Todo en él denotaba señorío. Lo reconocí inmediatamente.

Me habló: ¿Puede hacerme el favor de llenarme el formulario? 
"Quiero publicar un aviso preferencial, la persona encargada me plantó en la oficina. No sé como hacerlo". Su español estaba superpuesto por el clásico dejo italiano. Sonreí en señal de aquiescencia. Cumplí el recado. Lo lleve a ventanilla para el pago. 

Una gran cola nos esperaba. Un amigo de caja al que busqué me sirvió: en pocos minutos poseíamos los comprobantes aprobados y pauteados nuestros avisos. Salimos a la dorada puerta del diario. A pesar del enrevesado tránsito reinante la mañana refulgía, las nubes se avistaban níveas. 

--¡Grazie, amigo, grazie! Me repetía, apretando fuerte mi mano.
--Fue un placer servirlo Piero Solari.
--¿Me conoce? 
--Yo, y todo el Perú. 

Confieso que razoné de manera crematística y, en tono sibilino, le pregunté: ¿pone avisos siempre? Tres veces por semana, durante el tiempo que duren los espectáculos en el Canout. ¿Puedo ser su agente publicitario? Hendió su mano en la faltriquera y sacó una tarjeta. Ahí está mi dirección. Lo espero mañana temprano, ¿a las ocho?.

Al día siguiente, toco el timbre de su oficina en Miraflores, salió sonriente a recibirme. Estaba solo. Resaltaba un par de escritorios atiborrados de documentos. Inquirió sobre mí. Absolví con presteza todas sus dudas. Transamos. Me estaba despidiendo cuando ingresa una elegante señora. "Gloria, este el señor Luis López, mucho gusto, me extiende su mano, se encargará de colocar los avisos en El Comercio".

Así empezamos una relación de trabajo. Iba una vez por semana recogía los artes y cobraba los costos. En los breves instantes que lo veía, su trato era afectuoso. Una mañana al llegar, lo encontré saliendo. "Voy al banco, no tengo efectivo, acompáñame". 

Nos fuimos en su auto. La agencia estaba cerca. Me entregó el dinero. "Me dirijo a Breña, al Coliseo Amauta, te dejo por ahí, me dijiste que tu oficina estaba en ese distrito". Perfecto, exclamé.

El apacible sol de Lima, era superado por el rigor de la canícula de aquel día. Al pasar por la avenida Arica, el carro se detuvo en una heladería. Distinguí un colorido letrero: D'Onofrio. "¿Saboreamos un helado?, el dueño es mi amigo".  

Las casi dos horas que pasamos juntos paladeando helado tras helado, nos permitió poner al descubierto, pausa a pausa, parte de nuestros mundos interiores. Aquello que se inició con frases y palabras casi rutinarias mudó a sorpresa, en los instantes en que, fortuitamente, le hablé de Dante Alighieri.

En tanto Piero discurría sobre temas baladíes yo buscaba en lo íntimo, el tono exacto para el diálogo. Conocía su vida pública y privada por los medios. Este orgulloso genovés estuvo preso en los campos de concentración rusos cerca de tres años; su llegada al Perú se debió a una invitación de su hermana, casada con próspero empresario. Trabajó muchos años hasta que se independizó, creando su propia firma.

El aquietado artista sensible que moraba en él, emergió: entregó su vida a lo que más amaba: el canto. Y lo hizo en grande: Sus "100 años de canciones italianas en el Perú" fue acontecimiento musical histórico. Lima se conmovió ante este amable y simpático bachiche.

Su voz abaritonada le permitía llegar a las notas altas desde "O Sole mío" hasta "Malagueña". Compartió escenario --cuando recalaban por Lima-- con Doménico Modugno, Nicola di Bari, Rafaella Carrá, Rita Pavone, Maurice Chevalier, Charles Aznavour, Julio Iglesias, de los que yo recuerdo.

Rompí fuegos. Piero, soy admirador de la literatura italiana, Dante en primer lugar. Esa inscripción que está en el frontispicio de la puerta del infierno: "Lasciate ogni speranza voi ch'entrate" (lo dije fonéticamente, tal como está escrito) que se traduce algo así como: "Vosotros los que entráis perder toda esperanza", me persigue como gran amenaza...

--¿Luis é vero que leíste a Dante?

¡Era lo que anhelaba oír! Sentí que parpadeaba con más intensidad mi luz interior y crepitaban dormidas sensaciones.
"É il mio preferida. Lo sé casi de memoria. Lo leo desde la scuola elemental".

¡Se quebró el dique!. Se sabía al pie de la letra La Divina Comedia. Recordé a Leopoldo Chiappo, escritor, filósofo, que cada día se aprendía dos estrofas durante su viaje de ida y vuelta en ómnibus hacia la universidad donde ofrecía sus clases. "¡Qué bueno que me hayan robado mi auto!" exclamaba risueño, ¡he memorizado al Dante!

--Luigi (así me llamaría) la "Divina" es lo más sublime que ha podido imaginar un ser humano. Ese tallado en la puerta del infierno ti sei ricordato, se lee así... Cadenció su voz y la magia salió. La repitió en su perfecto italiano. Se enrojecieron mis mejillas.

Inició un cantarino monólogo que osaba muy brevemente interrumpir: infierno, purgatorio, paraíso, los nueve círculos decrecientes en forma de embudos con sus siniestros moradores; Beatríz, Virgilio, Dante, eran descritos casi con minuciosidad; los personajes históricos de Italia incluyendo papas los historiaba.  

Luigi: hay un momento en que Dante está en el purgatorio y es reconocido por el poeta Estacio, le dice que está feliz porque en vida conoció los versos de Virgilio y eso anima su cautiverio.  Dante le dice: aquí conmigo está. Es bello Luigi. En el paraíso las almas se comunican con el pensamiento.

Se notaba sinceramente emocionado. Hablé. Oscar Wilde ganó una medalla de oro en Oxford por su poema "Ravenna" Es extenso y concluye (estoy citando de memoria) ...allí donde le placía vivir a Byron, allí donde reposa Dante.

--No recordaba esa información. Se pronuncia... (me corrigió). ¡Bene! ¡Bene! Aplaudió. A pocos pasos, el amigo de Solari no perdía palabra.

--Piero, no me desligo de este texto, es impresionante: Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice ne la miseria...
-- Se dice...(me corrige) y quiere decir que no hay mayor dolor que recordar los tiempos felices en tiempos de miseria. Eso está en el cuarto o quinto canto del infierno...

Ya nos íbamos por la cuarta ronda de helados.

Ningún libro sobre "La Divina" me ha atrapado con la misma intensidad que la clase magistral recibída esa mañana. Nuestro diálogo todo el tiempo era monotemático: Dante.

Por esa época leía mucho a Vallejo. En una edición de colección encontré su poema "Masa" traducida a cinco idiomas: Alemán, Inglés, Francés, Chino e Italiano. Durante un buen tiempo traté de memorizarlo en italiano, el más acequible para mí, lográndolo a medias. Quise ponerme a prueba. La ocasión la pintan calva.

--Piero, --le dije-- estoy seguro que conoces a Vallejo.

--É vero. "Hay golpes en la vida tan fuertes yo no sé..." Formidable.
--El poema "Masa" lo he retenido en mi menguado italiano. Te lo voy a "declamar" y luego tú me corriges. Abrí mi portafolio "James Bond" y extraje el libro y se lo entregué. Allí estaba el poema en su lengua natal. Me observó. Empecé: "Finita la battaglia / e morto il combattente, a lui vene un uomo / e disse. "Non morire, ti amo tanto. / Ahi, ma il cadavere seguito a morire /..."

Seguí trastabillante con las demás estrofas. Su vista estaba fija en el texto. Concluí sabiendo, muy en mi interior, que había sido demasiado atrevido.

Se paró. Era alto. Vino hacia mí y me abrazó. En ese instante tuve el presentimiento que Dante y Vallejo, dos inmensos poetas del universo todo, nos contemplaban enternecidos. Le obsequié el libro sobre Vallejo y hasta le puse una dedicatoria.

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