VOY A PRIVATIZAR MI INTIMIDAD
Noelia Reyes Molina
Mi hermana, después de llegar del trabajo y cansada, encuentra a su esposo en casa. Mientras él se toma un café y chatea en su celular, estaba tan sumergido en el teléfono que le respondió el saludo a mi hermana después de haberlo repetido ella tres veces.
Hace tiempo ella notaba algo diferente en mi cuñado. Ya no era el hombre del que se había enamorado: detallista y caballero, y su rostro ya no se llenaba de alegría cuando veía llegar a mi hermana del trabajo. La costumbre era que él llegaba a las dos cuarenta y cinco a casa de la oficina, mientras que mi hermana llegaba a las cuatro y media de la tarde, y él siempre la esperaba con su café servido y caliente.
Habían pasado tres meses y él ya no le abría el portón de la cochera para guardar su auto. Ya no había modales y aquel café caliente en la mesa ya no estaba ni frío para mi hermana, pero ella seguía su rutina normal, hasta que llegó aquel día en que ella, por tres veces, le decía: “Llegué amor, llegué cariño, cielo llegué”, pero no recibió una respuesta de su esposo hasta el último saludo, que era el número cinco. Él, medio asombrado, no había notado la llegada de mi hermana y le respondió: “Cariño, no te oí llegar”, a lo que ella contestó: “Tranquilo, justo ahora llegué, no te apures”.
Sin embargo, quince minutos más tarde, mi hermana le pregunta a mi cuñado: “Cariño, ¿me prestas tu teléfono? Se le acabó la pila al mío y necesito llamar a mi jefe, es urgente. Dejé prendida la computadora y necesito que la apague antes de que salga de su oficina”. Pero mi cuñado se exaltó y le respondió a mi hermana: “¡No puedo!”. “¿Por qué?”, preguntó mi hermana. “Bueno, porque es mi teléfono y es privado. Llámalo luego cuando cargues el tuyo”. A lo que mi hermana le respondió: “Es urgente la llamada, no te lo pediría si no lo fuera. Y disculpa, como somos pareja, pensaba que si en la intimidad no tenemos nada en privado, or qué deberíamos tener otras cosas de menos valor privadas, cariño?”
Moraleja: si dos personas comparten lo más sagrado, que son sus cuerpos desnudos en la intimidad, ¿Qué sentido tendría tener otras cosas de menos valor en privado? Respeten para que les pidan lo mismo. No cambien el oro por el bronce ...
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¿¡Imagínense a mí que me entran algunos que otros mensajitos todo el día!? Examen al máximo de lealtad.
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