EL TRATO

EL TRATO (cuento)
María Enriqueta Herrero
Daniel, hombre maduro ya, está dando fin al libro que soñó desde hace mucho, ideas surgidas de experiencias vividas,
situaciones observadas a lo largo de su existir.
Alas doce de la noche de un día lluvioso, desapacible, sentado junto al fuego, solo acompañado de su fiel perro, deja correr su imaginación i libremente, y va anotando minuciosamente recuerdos, sensaciones, las que luego plasmará en su libro.
De pronto unos golpes en la puerta le llaman la atención.
Se dirige a ella, al abrir se encuentra con una espectral figura envuelta en una negra capa.
—¿Quién eres? ¿Qué deseas?
Ésta, echando atrás su capucha deja al descubierto su calavera, y dice — Como ves, soy la muerte, vengo a buscarte, ya se terminó tu tiempo—
—¿Pero que dices? A un tengo muchas cosas que hacer, terminar mi libro qué pretendo que sea guía para las generaciones futuras, ir al bautismo de mí bisnieto, arreglar asuntos legales, vivir cosas simples, que no tuve tiempo ni de admirar ni vivir— El escritor usando su gran imaginación piensa aceleradamente para encontrar la forma de convencerla.
—Tengo que cumplir con obras de caridad ya programadas, y cómo verás escribo cuentos, poesías.
—¿Por qué no hacemos un trato? Te prometo hablar muy bien de ti en este libro, diré que eres paz, el camino a lo eterno que nos conduce a la vida celestial, ahí no hay dolor, no hay sufrimiento—. —¿ Y qué más? ¿Qué más?— dijo la muerte un poco más interesada. —Bueno puedo amenizar tu recorrido contándote cuentos, creando uno de misterio, especial para ti, recitándote algunos de mis poemas— La muerte estirando sus largos dedos de hueso, apoyándolos en su desencajada calavera, dijo —Si es verdad, mi recorrido es difícil, todos me temen, algunos me buscan, pero a esos no tengo interés en llevarlos—
—Bien me has convencido, te doy un tiempo más, pero en primavera nos volveremos a encontrar— cubriéndose con la capa, siguió su camino.
El escritor trabajó más que nunca para terminar su obra, se fue desprendiendo de todo lo material, poco a poco, se brindó y gozó en plenitud cada minuto de su existencia, buscó belleza hasta en la más pequeña flor silvestre, prestó atención al trinar de los pájaros en los amaneceres, al cielo, al mar, nada quedó sin apreciar, borró la indiferencia de su vida.
Ya la primavera se estaba anunciando, desde la ventana veía reverdecer los montes y alguna que otra flor salpicaban las montañas, los atardeceres coloridos daban paso a noches más cálidas, cierto día en una de ellas sintió tres golpes en la puerta, se dijo —¡Sí! es ella, ya a lo sé, ahora estoy preparado, dejo al mundo lo mejor de mi intelecto, hice por doquier el bien, estoy en paz —
Abrió la puerta, unas cuencas vacías lo miraron.
Ahí estaba de pie, junto a su guadaña, sin decir nada se colocó a su lado, poco a poco se internaron en un oscuro sendero, solo él veía, a lo lejos la barca que los esperaba.

Comentarios

  1. Gracias por subir buena lectura. Casi todos le tenemos miedo dejar este mundo.

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