LA INESPERADA VEJEZ

LA INESPERADA VEJEZ
Francisco Frías Morel
Al final de la tarde fría, recibo la visita inesperada de mis dos hijos; uno es médico, el otro ingeniero, ambos exitosos en sus profesiones.
Hace menos de una semana sufrí la muerte de mi amada esposa. Todavía me siento abatido por la pérdida que cambió el rumbo y el sentido de la vida para mí….
Sentados en la mesa de la sala de una casa sencilla y simple; donde ahora vivo solo, empezamos a hablar, el tema es sobre mi futuro. Un frío me recorre la espalda.
Pronto ellos están tratando de convencerme de que lo mejor para mí es vivir en un hogar para ancianos….
Reacciono... Argumento que la sombra de la soledad no me asusta, y la vejez mucho menos, pero mis hijos insisten "preocupados", lamentan que las dependencias de sus amplios apartamentos junto al mar estén ocupadas y por lo tanto, yo no pueda estar ni con uno, ni con otro..., así dicen ellos….
Además, mis hijos y mis nueras viven muy ocupados, así que no tendrían tiempo para verme, eso sin contar con mis nietos, estudian casi todo el día, es imposible.
En mi favor, argumento ya sin mucha convicción que, en ese caso, ellos bien podrían ayudarme a pagar una cuidadora. Frente a mí; el médico y el ingeniero dicen que serían necesarias, en realidad, "tres cuidadoras en tres turnos y todas con cartera firmada". Lo que sería, en tiempos de crisis, una pequeña fortuna al final de cada mes….
Me niego a aceptar la propuesta de vivir en un refugio. Y aquí viene otra sugerencia: me dicen que debo vender la casa.
El dinero servirá para pagar los gastos del hogar a donde iré por un buen tiempo, para que nadie se preocupe. Ni ellos, ni yo…
Me rindo ante los argumentos por no tener más fuerzas para enfrentar tanta ingratitud y frialdad. Cierro mis labios y no hablo del sacrificio que hice durante toda mi vida para financiar los estudios de ambos. No digo que dejé de viajar con la familia a algún paseo, de frecuentar buenos restaurantes, de ir a un teatro o cambiar de coche para que nada les faltara a ellos. No valdría la pena alegar tales hechos a esa altura de la conversación. De ahí, sin decir una sola palabra, decido juntar mis pertenencias. En poco tiempo, veo toda una vida resumida en dos maletas. Con ellas, me embarco hacia otra realidad, mucho más dura. Un hogar para ancianos, lejos de los hijos y los nietos…
Hoy, en los brazos de la soledad, reconozco que pude enseñar valores morales a mis hijos. Pero no pude transmitir a ninguno de los dos una virtud llamada "gratitud".
La culpa es nuestra por cuanto siempre les estamos dando lo que piden, cuando debemos enseñarles que deben "ganárselo"….
¿Cómo? Trabajando con esfuerzo, ayudando a limpiar la casa, cocinar, lavar platos, etc., sintiéndose parte del núcleo familiar, desarrollando empatía, haciéndoles sentir que son amados y respetados, para que en su etapa adulta, sepan valorar y aprendan que las cosas se consiguen con esfuerzo y responsabilidad y muestren gratitud y amor a sus padres por haberles enseñado a ser buenos hijos….
La gratitud hay que forjarla, no viene incluida en el corazón de los humanos, a no ser que se le haya inculcado amor y temor a Dios primeramente, deben saber que cuando lleguen a ser "viejos" querrán ser bien tratados por sus hijos y nietos y eso no se consigue con dinero, sino con la bondad sembrada en sus corazones….

Eduquemos a nuestros hijos en valores sin olvidar forjar lazos de amor.
Alberto Cortez dijo: “La vejez es la más horrible de las dictaduras” y mucha razón tenía cuando lo plasmó en esta canción.

Me llegará lentamente
y me hallará distraído
probablemente dormido
sobre un colchón de laureles.
Se instalará en el espejo,
inevitable y serena
y empezará su faena
por los primeros bosquejos.

Con unas hebras de plata
me pintará los cabellos
y alguna línea en el cuello
que tapará la corbata.
Aumentará mi codicia,
mis mañas y mis antojos
y me dará un par de anteojos
para sufrir las noticias.

La vejez...
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.
La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez.

Con admirable destreza,
como el mejor artesano
le irá quitando a mis manos
toda su antigua firmeza
y asesorando al galeno,
me hará prohibir el cigarro
porque dirán que el catarro
viene ganando terreno.

Me inventará un par de excusas
para amenguar la impotencia,
""que vale más la experiencia
que pretensiones ilusas"",
me llegará la bufanda,
las zapatillas de paño
y el reuma que año tras año
aumentará su demanda.

La vejez... es la antesala de lo inevitable,
el último camino transitable
ante la duda... ¿qué vendrá después?...
La vejez... es todo el equipaje de mi vida,
dispuesto ante la puerta de salida
por la que no se puede ya volver.

A lo mejor, más que viejo
seré un anciano honorable,
tranquilo y lo más probable,
gran decidor de consejos
o a lo peor, por celosa
me apartará de la gente
y cortará lentamente
mis pobres, últimas rosas.

La vejez...
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.
La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez.

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