PALABRA DE ERNEST HEMINGWAY
Miguel Alfonso Ávila
No pienses en lo que vas a decir a continuación.
La mayoría de la gente nunca escucha ni observa realmente.
Necesitas poder entrar a una habitación y cuando salgas, debes saber todo lo que viste allí, y no solo eso.
Si esa habitación te da una sensación, tienes que saber exactamente qué creó esa sensación”.
Escuchar y observar plenamente es un don poco común y profundo, pero que muy pocos de nosotros realmente poseemos.
La mayoría de nosotros solo escuchamos a medias, nuestras mentes ya comienzan a visualizar las palabras que estamos a punto de decir, distraídos por nuestros propios pensamientos o completamente perdidos en nuestro propio mundo.
Imagínese qué milagro sería si escucháramos más profundamente, si nos comprometiéramos a involucrarnos, escuchar y comprender plenamente no solo las palabras pronunciadas, sino también las emociones e intenciones detrás de ellas.
Escuchar no se trata de esperar tu turno para hablar, sino de absorber lo que la otra persona comparte y hacerla sentir escuchada, apreciada y comprendida.
Es una conexión más profunda que una conversación normal, porque cuando escuchas de verdad, abres la puerta a la empatía y la conexión genuina.
¿Y no es eso lo que todos realmente anhelamos?
Además de escuchar, también existe el arte de observar, de prestar realmente atención al mundo que te rodea.
Cuando entres en una habitación, tómate un momento para asimilarlo todo.
Preste atención a cada detalle: la luz que entra por las ventanas, el color de las paredes, las expresiones faciales de las personas, la forma en que alguien golpea nerviosamente con el pie o sonríe con los ojos más que con la boca.
La mayoría de nosotros corremos por el espacio, con la mente consumida por la preocupación y nuestros ojos sin ver realmente lo que tenemos delante.
Pero hay magia en prestar atención, en dominar cada pequeño detalle que hace que cada momento sea único.
Considere la habitación no sólo como un espacio físico, sino como una experiencia.
Cada habitación tiene su propio estado de ánimo, sentimiento y energía.
Podría ser la calidez de una habitación llena de risas, la tensión en un espacio que acaba de tener una conversación difícil o la calidez de un lugar lleno de hermosos recuerdos.
Cuanto más prestes atención a estas suaves sensaciones, más profundamente podrás comprender lo que te rodea y a las personas que lo rodean.
¿Qué creó ese sentimiento?
¿Es la forma en que se iluminan los ojos de alguien cuando sonríe?
¿El olor del café recién hecho te aporta una sensación cálida?
¿O es el eco de una canción que trae a la memoria un recuerdo olvidado?
Observar y reconocer emociones como ésta requiere tiempo y práctica, pero cambiará la forma en que experimentas la vida.
Te vuelves más agudo, más refinado y más consciente.
Empiezas a notar un cambio en la voz de tu amigo cuando habla de algo que ama, o un ligero cambio en el tono de alguien cuando esconde algo.
Verás y sentirás cosas que otros pasan por alto por completo, y esa conciencia puede conducirte a una vida más rica y conectada.
Es hermoso ser un oyente con el corazón, un observador profundo y una persona que siente plenamente.
Eso significa que no sólo vives tu vida con prisas, sino que la vives conscientemente.
Estás disfrutando plenamente de cada momento, consciente de la belleza y complejidad que te rodea.
Entiendes mejor a los demás, porque te has esforzado en verlos y oírlos, en captar los matices de su ser.
Puedes ser alguien cuya presencia haga que los demás se sientan en paz, porque saben que realmente estás ahí para ellos, no sólo esperando tu turno para hablar o participando superficialmente.
Entonces, cuando participes en una conversación, deja de pensar en preparar tus próximas palabras.
Respira, relaja tu mente y presta toda tu atención a la otra persona.
Esté completamente presente.
Al entrar en una habitación, reduce la velocidad y mírala de verdad.
Observa los detalles, siente la energía, nota las pequeñas cosas que hacen que el momento sea único.
Descubrirás que la vida se vuelve más rica, más plena y más significativa cuando aprendes a escuchar y observar plenamente.
No se trata sólo de escuchar palabras o ver objetos: se trata de sentir la plenitud de todo lo que te rodea.
Es experimentar la vida profunda y completamente.
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