LA TRAICIÓN A LOS COSACOS.

LA TRAICIÓN A LOS COSACOS.
Carlos Raggi Figueroa.
(Lienz - Operación Keelhaul 1945.)
La palabra evoca la libertad desde que fue alumbrada hace siglos: cosaco. Temidos y respetados desde que fueran vistos por vez primera en aquella vieja Europa de principios del siglo XIX, estos soldados han estado siempre rodeados de cierto aura de romanticismo. Un ejemplo es el escritor John Ure, quien los definió como unos «diestros jinetes, ataviados con cartucheras y gorros de piel y armados con sables». Y otro, los elogios que les dirigió Napoleón Bonaparte, que poca presentación necesita, tras ser aplastado en el este: «Fueron ellos los que garantizaron a Rusia el éxito de su campaña. Tienen las mejores tropas militares de las existentes».
Para su desgracia, no provocaron el mismo sentimiento en la Unión Soviética de Lenin y Stalin.

Al final de la guerra, decenas de miles de cosacos que habían luchado por Alemania se rindieron a los británicos. Estaban seguros de que, de este modo, podrían evitar las represalias de la Unión Soviética.

En la primavera de 1945, nadie dudaba de que la guerra en Europa terminaría pronto. Ahora, la única tarea de los alemanes era retener a los “salvajes rusos” el mayor tiempo posible, para rendirse a las tropas británicas y estadounidenses que se acercaban desde el Oeste.

Entre los que, de ninguna manera, querían acabar en manos del Ejército Rojo estaban los cosacos, que habían luchado por Hitler. Los nativos de las estepas del sur de Rusia no dudaban de que tendrían que responder ante los soviéticos por haber cooperado con el enemigo.

El suroeste de Austria fue el lugar donde se reunieron las formaciones cosacas en retirada. Más de 45.000 combatientes y sus familias (según otros informes, unos 60.000) consiguieron llegar allí a principios de mayo y capitular ante los británicos, que habían ocupado la región.
Estaban seguros de haber evitado la amenaza, pero resultó que fue en vano.

Aunque la gran mayoría de los cosacos del Don, Kubán y Terek lucharon contra los alemanes en el Ejército Rojo, algunos de ellos se unieron a los nazis.
El 22 de junio de 1941 cuando Alemania atacó a la URSS. La Unión Soviética ya había formado parte de la Segunda Guerra Mundial con su ocupación del este de Polonia, su ataque a Finlandia y su ocupación de Lituania, Estonia y Letonia. Durante el ataque, algunos ROVS, especialmente los generales emigrantes cosacos Piotr Krasnov y Andréi Shkuró, pidieron permiso al ministro de propaganda Joseph Goebbels para luchar junto al Tercer Reich contra la Rusia comunista. Goebbels dio la bienvenida a esta idea, y en 1942 el general Krasnov y el general Shkuró habían reunido una fuerza cosaca, principalmente de prisioneros de guerra del Ejército Rojo capturados por la Wehrmacht, que estaría bajo el mando del general Helmuth von Pannwitz.

Además de los ciudadanos cosacos soviéticos descontentos con el gobierno soviético, los cosacos emigrados también lucharon como parte de la Wehrmacht y las SS. Habiendo abandonado su patria tras la victoria de los bolcheviques en la Guerra Civil, regresaron a ella con sus hijos para vengarse de sus antiguos ofensores.

Así, el primer día de la invasión alemana, Atamán Piotr Krasnov, que se había establecido en Alemania, hizo una declaración: “Le pido que transmita a todos los cosacos que esta guerra no es contra Rusia, sino contra los comunistas, los judíos y sus secuaces que comercian con sangre rusa. Que Dios ayude a las armas alemanas y a Hitler”. 

Los nazis, que proclamaban a los cosacos descendientes de las tribus góticas alemanas, apoyaron la creación de formaciones cosacas. Las más importantes fueron la organización militar Campamento Cosaco y el 15º cuerpo de caballería cosaca de las SS.
Los cosacos demostraron ser combatientes leales y eficaces. Realizaron servicios de guarnición en los territorios ocupados de la Unión Soviética, participaron en acciones punitivas contra guerrilleros y lucharon contra unidades regulares del Ejército Rojo. Entre sus “hazañas” estuvo la participación en la brutal represión del Levantamiento de Varsovia en agosto-octubre de 1944.
Los alemanes también utilizaron cosacos en su lucha contra guerrillera en Yugoslavia e Italia. Desde la península de los Apeninos, al final de la guerra, llegaron a Austria, donde se rindieron a los británicos y fueron internados en campos cerca de Lienz y Judenburg.

Los alemanes también utilizaron cosacos en su lucha contra guerrillera en Yugoslavia e Italia. Desde la península de los Apeninos, al final de la guerra, llegaron a Austria, donde se rindieron a los británicos y fueron internados en campos cerca de Lienz y Judenburg.
La operación británica de extradición de cosacos al bando soviético comenzó con la “decapitación” de formaciones cosacas el 28 de mayo. Unos dos mil oficiales fueron sacados de su cautiverio para asistir a una “conferencia”, tras la cual fueron entregados inmediatamente a los órganos de seguridad del estado soviético.

Los británicos comenzaron a trasladar al grueso de los prisioneros de guerra en la mañana del 1 de junio. Como éstos se resistieron, todo se convirtió rápidamente en un baño de sangre. “Los soldados británicos atacaron a los cosacos y, golpeándoles en la cabeza con porras o culatas de fusil, levantaron a los inconscientes y los arrojaron a los camiones, los llevaron a la estación y allí los encerraron en vagones de carga”.

Los prisioneros intentaban escapar a la menor oportunidad, rompiendo las filas de soldados, saltando de camiones y vagones de tren. Los que no lo conseguían, se apresuraban a tirar sus documentos personales, fotografías y condecoraciones. También hubo quienes prefirieron el suicidio a regresar a la Unión Soviética.
A mediados de junio se completó la extradición de cosacos a los soviéticos. Según diversas estimaciones, entre varios cientos y miles de personas murieron por el camino.

Lejos de los campos de Linz, Oberdrauburg y Peggetz, también se produjeron otras deportaciones en Austria como una masa de 11.000 mujeres y niños que hasta la fecha habían permanecido alojados en la ciudad de Graz. Ni tan siquiera se salvaron los cosacos presentes en otros países como por fue el caso de los de Italia, donde un millar de jinetes ofrecieron resistencia a las fuerzas inglesas en Rímini y Bolonia, registrándose 100 muertos durante la matanza posterior que siguió al violento asalto del Ejército Británico. Incluso en Estados Unidos, concretamente en el campo de prisioneros de Fort Dix en Nueva Jersey, un grupo de 150 cosacos fueron arrestados y extraditados forzosamente a la Unión Soviética, registrándose tres suicidios y siete heridos después de una carga del Ejército Estadounidense.

Francia que a diferencia de Gran Bretaña o Estados Unidos no era un país signatario de los Acuerdos de Yalta, sin obviar con que el Presidente Charles De Gaulle era un ex-combatiente de la Misión Militar Francesa en tiempos de la Guerra Civil Rusa, ordenó no tan sólo no participar en las deportaciones, sino que incluso promovió ayudar al mayor número de refugiados posible debido a las simpatías personales que sentía por el pueblo cosaco.

Aproximadamente más de 50.000 cosacos fueron repatriados forzosamente desde diversos puntos de Europa en los estadios finales de la Segunda Guerra Mundial, siendo muchos de ellos fusilados nada más cruzar la frontera e incluso un grupo entero de estos voluntarios ahogados vivos tras ser encerrados en un barco que los rusos hundieron en el Mar Negro. A estos ejemplos de represión hubo que añadir las decenas de miles de personas que acabaron deportadas a los gulags y campos de concentración de Siberia, de las cuales miles fallecerían a causa del frío, el hambre, los trabajos forzados o las epidemias. Respecto a los generales capturados, todos fueron enviados a la Prisión de la Lubyanka de Moscú, donde fueron juzgados y condenados a muerte por un tribunal amañado por el Kremlin.

La represión hacia los cosacos se prolongó hasta 1953 cuando tras la muerte de Iósif Stalin y el ascenso al poder del Presidente Nikita Jruschov, la población cosaca superviviente de la Segunda Guerra Mundial recibió finalmente una amnistía de las nuevas autoridades del Kremlin. Gracias a esta iniciativa todos los presos fueron liberados y repatriados a sus tierras del Don, Kubán, Terek, Volga, etcétera; aunque por parte de Occidente no recibirían una disculpa oficial hasta el año 1980 cuando Reino Unido reconoció que las deportaciones habían sido un crimen imperdonable durante una sesión política del Parlamento de Londres. Afortunadamente los cosacos pudieron poco a poco recuperar su censo y ampliar su base social con el paso de las décadas, ostentando sus jinetes un destacado papel militar durante el resto del régimen soviético y también tras la caída del comunismo con la Federación Rusa.

Fuentes:
-Eso no estaba en mi libro de la Revolución rusa, De Javier Barraycoa · 2020
-Pésima memoria Antes de antes y después de después De Eduardo Labarca · 2024
-Eduardo de Mesa Gallego, Cosacos en Italia 1944-1945: El trágico final, Revista Serga Nº9

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