El mal existe. El mal, se mete por una rendija. No es que el bien esté ausente y por eso el mal campea. El bien, está arrinconado, en el último pedacito de espacio. Y sigue luchando. Hasta que al final, el bien haciendo todo el esfuerzo máximo. Refulge y triunfa.
EL ÚLTIMO EXORCISMO DEL PADRE AMORTH
Los relatos de ABY
Roma, 2015. El padre Gabriel Amorth, el más legendario exorcista del Vaticano, se enfrentaba a lo que él mismo describiría como su “último combate”. Con más de 70,000 exorcismos realizados en toda su vida, Amorth ya no era un hombre joven. Sus pasos eran lentos, pero su mirada… seguía siendo fuego sagrado.
Ese año recibió una carta extraña. Provenía de un pequeño pueblo al sur de Italia. La firmaba una monja, hermana Benedicta, quien aseguraba que una joven de nombre Elena estaba poseída por una entidad que no respondía a ningún rito ni oración conocida. El Vaticano había enviado ya a dos sacerdotes, quienes abandonaron el lugar alegando sentirse “acosados por la presencia”.
Gabriel Amorth decidió ir. No era la primera vez que enfrentaba lo impensable. Acompañado sólo de su biblia, su diario, su rosario y una fe inquebrantable, llegó al convento en una noche que olía a azufre y madera mojada. Las luces parpadeaban. Las paredes del claustro, ennegrecidas por el paso del tiempo, parecían susurrar oraciones al revés.
Elena lo esperaba en una habitación donde el frío no era normal. La joven no hablaba, pero cuando Amorth entró, alzó la cabeza y en un idioma desconocido pronunció su nombre. Lo repitió una y otra vez, con una voz que no podía pertenecerle. No era voz humana.
Durante tres días, Amorth escribió todo en su diario. Que los crucifijos se retorcían. Que las paredes sangraban durante el rezo del Rosario. Que el demonio decía conocer el nombre de cada uno de los exorcistas que habían fallado antes. Que Elena levitaba durante la madrugada mientras citaba versos de un evangelio jamás registrado.
Pero lo más escalofriante vino al tercer día.
En medio del exorcismo, cuando la entidad parecía más débil, el padre Amorth gritó:
—¡Revela tu nombre, criatura de las sombras!
Y lo que escuchó no fue un nombre… sino una advertencia:
—“Yo estuve en tu primer exorcismo… y estaré en el último.”
El sacerdote se detuvo. Una gota de sudor frío bajó por su cuello. Esa misma frase… la había oído hace más de 60 años, durante su primer exorcismo en Roma. La misma voz. La misma entidad.
La posesión cesó al amanecer. Elena quedó inconsciente. Cuando despertó, no recordaba nada. Pero el padre Gabriel Amorth no volvió a ser el mismo. Regresó a Roma, en silencio. Cerró su diario, escribió una sola frase:
“El infierno recuerda.”
Murió al año siguiente, en 2016, dejando un legado imborrable, temido y respetado.
Y aunque la Iglesia nunca lo reconoció oficialmente… algunos aseguran que la advertencia se cumplió.
Que su “último exorcismo”… no fue solo simbólico.
FIN...
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