EL PATO, DE SILVIA

Este breve relato, está basado en un hecho real. La protagonista, narró los hechos con algo de nostalgia.
EL PATO, DE SILVIA.
PERCY ANTONIO COLLAO ALVA.
Silvia era una niña de 6 años que vivía cerca a Los Pantanos de Villa, zona ecológica en el distrito de Chorrillos, Lima. 
En ese tiempo a la zona donde vive Silvia había sido invadida por personas que no tenían una casa y es así como don pancho y doña ajedrez Gertrudis llegan solos a este lugar y levantan su cerco y ahí edificaron algunas chozas con esteras de paja, con palos que encontraban por ahí.
Cierta vez llegó una bandada de patos silvestres de diferentes colores y tamaños. Cada cual más bonito que el otro.
Los humedales de chorrillos o los pantanos de Villa como también se le conoce. Son extensiones de terrenos que tienen pozos que filtra agua. Y por eso son considerados unas reservas naturales a dónde llegan cada cierto tiempo al cambio de clima bandadas de aves entre ellas y llegó una gran cantidad de patos grandes gordos, con plumas de diferentes colores.
La mamá de Silvia, doña Gertrudis. Era un mujer de Ayacucho, muy bonita y trabajadora. Su esposo, Pancho, la había abandonado para irse con otra mujer más joven. Que vivía a cuatro cuadras de la casa de Silvia.
Al parecer una de las patas de Silvia, raza muscovys estaba dispuesta y fue fecundada por un gran pato silvestre de vistosas plumas colores relucientes. 
Al poco tiempo la pata puso diez huevos. Y se puso a empollar. Casi todo el día se echaba sobre los huevos a empollarlos. Así pasó casi un mes.
La pata se levantaba solo para comer lo que le daba la mamá de Silvia: maíz, afrecho con agua y así iba logrando a sus animales que posteriormente los vendía o los sacrificaba para comer con sus hijos.
La pata había logrado que nacieran nueve patitos. Y un huevo se quedó ahí abandonado. Como ese huevo había quedado al aire. Entonces doña Gertrudis le dijo a su hija: "Silvia abriga ese huevo que de ahí va a salir un patito". La pequeña obedeció a su mamá y así lo hizo  
Acomodó al huevo debajo de la almohada de su cama. Y en las noches, con su cuerpo, lo abrigaba. Hasta que un día el cascarón

del huevo se quebró y salió un lindo patito color amarillo reluciente.
Los patitos tienen la propiedad de seguir a la primera persona que ven a eclosionar el huevo. En este caso el patito vió a Silvia. Y la seguía a todas partes. Sílvia se iba a la tienda detrás de ella iba el patito.
Sus amiguitos de su misma edad la fastidiaban diciéndole "haz tenido un hijito un patito todos los pequeños eran de 6 a 7 años.
La mamá de Silvia criaba y una vez crecidos los comían o los vendía 
Por eso en esta oportunidad se compró una pareja de carneros y los alimentaba. Ella misma había hecho su huerto donde había sembrado alfalfa y otras hierbas. 
Una vez que crecían los sacrificaba y vendía la carne. Aunque también comían de esa carne y así seguían viviendo. 
La mamá de Silvia también aprovechaba la lana que producía sus carneros y con esa lana. Había hecho su rueca. Y con ellos hacía ovillos de lana. Cuando había reunido una regular cantidad. Con esa lana tejía avrigadoras chompas para sus cinco hijos tres varones y dos mujeres.
Otras facilidades que daban los carneros era la leche. De esta leche tomaban Silvia y sus hermanos. También había aprendido a preparar queso. Hasta que los animales llegaban a una edad en que la mamá tenía que sacrificarlos. Para poder mantener a sus hijos.
Doña Gertrudis también había aprendido a sacar el cuero de los carneros y lo volvía badana, cuero de carneros. Con ellos hacía carteras, monederos, casacas, que las vendía para si poder sobrevivir con sus hijos.
Otros animalitos que recuerdas Silvia eran que tenían chanchitos. Todo comenzó cuando la mamá de Silvia se compró una pareja de chanchitos y los crió. Cuando crecieron estos chanchitos se reprodujeron. Entonces había más entrada para la casa y de paso preparaba las chuletas fritas que vendía a sus vecinos 
Doña Gertrudis era una mujer muy ingeniosa y había aprendido a hacer las famosas salchichas. Que se hace con la carne de chancho y la misma grasa, aderezada con achiote le da ese color característicos amarillento. Con ese preparado rellenaban las tripas que habían sacado de los chanchos. Claro que las tripas estaban bien limpias 
Después se enteró que del pellejo del chancho también se hacía un cuero para los zapatos. Y que eran más resistentes que el cuero de las reses.
Doña Gertrudis había aprendido a hacer con el pellejo de los chanchos, el cuero. Ella misma los pintaba de color negro y los enviaba a los zapateros para que hicieran zapatos para sus hijos. 
Mientras tanto el patito seguía creciendo. Él siempre iba detrás de Silvia. Cuando Silvia iba a jugar con sus amiguitos. El patito estaba con ellos hasta que poco a poco así fue creciendo.

Entonces llegó un momento en que era cumpleaños de uno de los hermanos de Silvia, Daniel. Así sí es que la mamá de Silvia decidió sacrificar al pato que ya había crecido lo suficiente. Lavó bien las tripas con la cabeza, las patas y las vísceras preparó un delicioso caldo. Una sopa de pato con sus fideos municiones y con el resto del cuerpo hizo un delicioso arroz con pato 
Ese día Silvia salió de su casa y se fue a llorar a los humedales se quedó todo el día y no volvió a su casa hasta la noche.
Su mamá le preguntó: "dónde has estado todo el día". Ella llorando le respondió que se había ido a Los Pantanos de Villa. Y ahí se había escondido de pena. Porque no quiso comer nada del patito que ella había criado.

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